30 de marzo de 2011

Mujeres de Pakistán desafían sus tradiciones más conservadoras y se reúnen fuera de casa para teñirse el pelo y socializarse en Barcelona

La ciudad ya no les da miedo. “Ahora vamos por Barcelona como si fuera Pakistán”, dicen en una cocina de la calle Carme, en uno de los corazones del Raval, en el piso de la primera asociación de mujeres pakistaníes de Catalunya. “Antes todo era un agobio, pero ahora nos reunimos, hacemos amigas nuevas, nos divertimos, nos ponemos guapas…”, prosiguen Azra Asim, Nabeela Khalid, Bushra Samid y Sheena Ali mientras se buscan canas y el tinte se espesa en el cuenco. “Mi marido al principio no quería dejarme venir, y yo le decía ´por favor, por favor, por favor… ¡si los niños ya están grandes!´”.
Las mujeres ríen desaforadamente, sin disimulo. Sus risas son una transgresión, como sus dedos tintados de negro. Como los gritos de aquellas que exigieron el sufragio universal, o las que quemaron sus sujetadores, piden el mismo sueldo… A medida que se acerca la cuarentena los tintes convencionales sustituyen a la henna. Los pakistaníes no soportan las canas. Muchos se tiñen desde veinteañeros, por coquetería y también por cuestiones religiosas, sobre todo los hombres, para que nadie dude de que son musulmanes. Dicen que una cabeza canosa recuerda a la de un anciano rabino.

Los hombres, en las peluquerías, sus centros de reunión. Las mujeres, en casa. Con su madre, con su hermana, a lo mejor una vecina. La tradición es férrea y la vida pública de la mujer pakistaní es muy limitada y en el Raval ahoga mucho más. “Porque en Barcelona apenas tienes familia – explican mientras el emplaste se extiende sobre el cabello-,los hombres quieren que pases el día en casa, que sólo salgas para recoger a los niños del colegio, hacer algún recado que ellos no pueden hacer, comprar ropa interior, maquillaje… Y así no aprendes el idioma. La ciudad da miedo. Es un mundo desconocido”.
La mayoría de matrimonios son fruto de un acuerdo entre familias. Muchas mujeres del Raval se convierten en una sombra, y salir de casa, reunirse con otras mujeres para teñirse el pelo, visitar un museo, celebrar un picnic en Montjuïc,estudiar castellano, se convierte en una reivindicación de un poco de libertad. “No queremos estar todo el día encerradas”.
En la mayoría de ocasiones el matrimonio fue fruto de un acuerdo entre las familias de los cónyuges. El hombre emigró años atrás hasta estas latitudes y ya conoce este mundo. Luego se produce el reagrupamiento.
Las mujeres estallan de nuevo en carcajadas. Lo de los tintes forma parte de una red de intercambio. Una tiñe el pelo, otra cose, otra enseña a cocinar… Agregan que sus maridos les permiten estas licencias, sus hombres aguantan que sus amigos se rían con guasa en el colmado, sólo por la intermediación de Huma Jamshed. Huma fundó hace diez años la primera asociación de mujeres pakistaníes de Catalunya. Es el fondo de las palabras de este reportaje, la propietaria de una agencia de viajes con siete sucursales en el área metropolitana, un puente entre dos mundos.
“Yo voy a los sitios, a la playa, a los locutorios, y explico a los hombres que aquí sus mujeres no se aburrirán. No se quejarán tanto. A lo mejor vienen a mi agencia de viajes a por un billete sólo de ida a Pakistán para su mujer y yo les planteo una alternativa… Yo pongo mi honor como fianza. Los maridos aceptan que sus mujeres vengan aquí mientras yo mantenga mi honor intacto, y lo hago, siendo una buena esposa, una buena madre, trabajando en mis negocios. Si mi marido quisiera dejarme, detuvieran a mis hijos o alguien me denunciara, entonces los hombres no dejarían a sus mujeres acercarse a mí”.
El cambio es lento, pero incesante. Las relaciones de Huma con el resto de representantes de la comunidad de su país, los que se fotografían con los políticos el día de la independencia de Pakistán, son tan educadas como distantes. En la asociación ya son más de 500 mujeres. “Todas de menos de 45 años, las mujeres de los hombres más progresistas. Las conquistas de estas mujeres son modestas, pero son una esperanza para sus hijas. Los más conservadores sólo dejan a sus mujeres participar en actividades religiosas y mandan a sus hijas a Pakistán en cuanto crecen. No les gusta el ambiente occidental”.


Delegada de la igualdad y la mujer
SIEMENS, S.A. Oficina Regional Barcelona
Lluis Muntadas, 5
Cornella de Llobregat (Barcelona)

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