30 de abril de 2011

«Él me pegó, me pegó»

 ‘La historia empieza en Egipto’ documenta cómo la violencia doméstica o las huelgas ya existían en época faraónica. El historiador José Miguel Parra indaga en la vida cotidiana

Hubo una vez en Deir el-Medina «un malo malísimo llamado Paneb». Tuvo una vida llena de transgresiones y violencia: «Violó a una mujer contra un muro, intentó matar a su padre adoptivo, robó la tumba del faraón recién sellada donde se bebió ofrendas de vino y cerveza sentado sobre el ataúd...». También existió un sacerdote «muy violento» en la isla de Elefantina, que «además de robar los impuestos recaudados por el templo era capaz de todo tipo de barbaridades. Obligó a abortar a una de sus amantes y dejó ciega a otra y a su hija. Todo eso lo sabemos por la denuncia de alguien que lo sacó a la luz». Y es que «el cerebro y las hormonas funcionan igual hoy que hace 5.000 años, las cosas no han cambiado tanto», afirma en Barcelona el historiador José Miguel Parra (Madrid, 1968), que en La historia empieza en Egipto (Crítica) muestra la sorprendente modernidad de muchos aspectos de la vida cotidiana de los antiguos egipcios.
 Con una decena de títulos divulgativos sobre Egipto a sus espaldas –el más reciente, hace un año, Momias –, Parra está inmerso desde hace un lustro en las excavaciones de tumbas de nobles del Proyecto Djehuty, en Luxor. Las citadas historias de violencia contra la mujer ocupan solo uno de los capítulos del libro, avalado por 50 páginas de bibliografía y notas y plagado de anécdotas sobre los impuestos, la moda o la higiene.


Pero los casos no acaban ahí: de unos dejan testimonio los escribas
 –«el de una mujer que denunció a su marido ante el tribunal diciendo ‘él me pegó, me pegó, me pegó’»–; de otros, los restos hallados: «el de un esqueleto de una mujer de 35 años que murió atravesada por una espada pero que entre otras pruebas tenía las costillas fracturadas y soldadas y las muñecas rotas como si hubiera puesto las manos para parar una caída. Hoy un tribunal dictaminaría casi con toda seguridad que fue víctima de violencia doméstica».
 A pesar de lo que estos relatos podrían indicar, «existía una perfecta igualdad entre hombres y mujeres –constata el historiador–. Ellas podían también comprar y vender bienes, recibirlos del marido en caso de divorcio, ser testigos en juicios y recibir con igual rigurosidad el castigo en caso de pena judicial. La diferencia sexual radicaba más en el reparto de roles».  También compara el autor el actual sistema de seguridad social con el que disfrutaban los trabajadores que construían las pirámides y tumbas de los faraones. «Tenían médicos que los atendían si estaban enfermos o tenían un accidente. Sus restos presentan fracturas correctamente curadas; a un hombre le amputaron tan profesionalmente una pierna que siguió viviendo 14 años; en caso contrario no habría sobrevivido», relata.

 Plante para pedir atrasos

 Las huelgas no son un invento moderno. Distintos escritos revelan cómo los trabajadores de las tumbas en el reinado de Ramsés II, al dejar de recibir sus pagos en especie –«¡No es fácil cargar piedras! Se nos ha quitado un saco y medio de cebada para darnos un saco y medio de basura»– a causa de funcionarios corruptos, tras «tres meses de atrasos se declaran en huelga y hasta se manifiestan haciendo una sentada nocturna en el templo. ¡Y consiguieron que les pagaran!».
 Parra vuelve al presente. Las revueltas en Egipto que han derrocado a Mubarak le pillaron en Luxor. El equipo de egiptólogos no se enteró de lo que ocurría hasta días después, pues «la zona caliente era El Cairo». Como sus antepasados, opina, «los egipcios solo quieren vivir bien, mejorar la calidad de vida».

Delegada de la igualdad y la mujer
SIEMENS, S.A. Oficina Regional Barcelona
Lluis Muntadas, 5
Cornella de Llobregat (Barcelona)

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