21 de junio de 2011

Un mundo lleno de personas

JOSEP MARIA
 ESPINÀS

PEQUEÑO OBSERVATORIO

Como todo el mundo, puedo decir que he conocido a hombres inteligentes, sensibles, discretos y eficaces. Y también podemos decir, siempre desde nuestro punto de vista, que hemos conocido a estúpidos, insensibles, impertinentes e inútiles. ¿Y las mujeres? También conocemos el repertorio: inteligentes y estúpidas, sensibles e insensibles, discretas e impertinentes, eficaces e inútiles. Ninguna de estas cualidades y defectos son una exclusiva sexual.


 La gran revolución, producida en la época moderna, ha sido admitir que muchas de aquellas cualidades y defectos no son características masculinas o femeninas. Compartimos aptitudes e ineptitudes, con todos los matices que se quiera. Pero el hecho de que se haya avanzado en la idea englobadora de persona es una ganancia indiscutible.
 He dicho que se ha avanzado, pero no siempre y en todos los ámbitos. Ni creo que sea posible ni útil una equiparación total. En el mundo empresarial existen hombres que mandan y mujeres que mandan, y a menudo no se trata de una imposición, sino del reconocimiento de un mérito. En el mundo de las artes existen mujeres que se imponen y hombres que se imponen por una serie de motivos que no son programables. Sería absurdo que se quisiera imponer una cuota sexual de éxito.
 Este absurdo se tiende a aplicar en la política. Alguien ha llegado a reclamar que en el Parlamento, o en la dirección de un partido, o en un tribunal de justicia, o en cualquier tipo de asociación o entidad de importancia hay que instaurar un 50% de puestos para cada sexo. Algunos ayuntamientos ya lo han conseguido, y lo proclaman con orgullo.
 Déjenme ser rotundo. Lo que hay que lograr es un gobierno con las personas más válidas en un 100%. La igualdad no es lo mismo que la justicia. En unos casos, considerando los méritos personales, lo más justo puede ser que haya un 68% o un 73% de mujeres. Es ridículo enorgullecerse de un reparto del 50%.
 Una vez di un cursillo en una institución cultural femenina. Al acabar una clase coincidí en la entrada con dos alumnas. A una chica, que iba cargada de libros, le costaba ponerse el abrigo. Yo la ayudé estirándole el cuello del abrigo hacia arriba. Cuando lo vio, su compañera me recriminó: «¡Qué machismo!» Me quedé unos segundos desconcertado, pero se me ocurrió esta respuesta: «Ah, no me había dado cuenta de que era una mujer. Solo he visto que una persona tenía un problema».

Delegada de la igualdad y la mujer
SIEMENS, S.A. Oficina Regional Barcelona
Lluis Muntadas, 5
Cornella de Llobregat (Barcelona)

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