19 de octubre de 2011

El fin de las madrigue

La prueba. Dime cómo tratas a las mujeres y te diré qué futuro tienes. La represión de las féminas refleja la importancia de su fuerza transformadora en países faltos de mecánicas democráticas.

Tienen un objetivo. Unos y otras. Ellas estaban en la plaza de la Libertad cuando la revolución de 1979, que luego las traicionó. Repitieron en el 2009, en la revuelta verde contra el fiasco en las presidenciales, que permitió a Mahmud Ahmadineyad dar otra vuelta de tuerca a los derechos humanos en Irán. Desde entonces, las mujeres constituyen un objetivo a batir. De forma especial las jóvenes, populares y comprometidas en la lucha por las libertades y, pilar de estas, las de las féminas.

El régimen teocrático ha querido ejemplificar en las mujeres el fondo y la forma de su filosofía de gobernar. El hecho de que ellas son mayoría (65%) en las universidades y se integran en el mercado laboral y la vida social, a pesar de valer la mitad que los hombres para las leyes, deja a la vista de todo el mundo el fracaso de la teoría y de las herramientas usadas para gobernar Irán. Ellas son el antídoto contra el oscurantismo.
LAS DIRECTORAS y actrices han mantenido viva la llama de la protesta del 2009 hasta ahora, cuando la primavera árabe llama a la puerta del país musulmán. Además, ¿se puede considerar un éxito la revuelta contra los tiranos en la zona si esta no se lleva por delante también a Teherán? El régimen de los ayatolás teme el nuevo ciclo político que transcurre, además, por las vías de un trasvase hacia las ciudades, de un mayor nivel educativo y de la proliferación de las redes sociales. El pulso de las iranís es de todos. Si las mujeres escapan, la fuga será masiva. Ante el vendaval, Arabia Saudí enseña la patita con una idea del voto femenino particular porque piensa que así se protege.
Los recursos de todas estas mujeres son los propios de un clamor mundial, desde abajo, para crear modelos con mayor participación y criterios vinculados a la realidad social. No debería ser un cambio de sillas. Salen con buena mano en esta partida en la que sus rivales recurren en Irán a prácticas como castigar a Marzieh Vafamehr a 90 latigazos y un año de cárcel por ir con la cabeza destapada al ejercer de actriz. Comprometida, sí. Mujer, también. En Yemen, un grupo de partidarios del presidente utiliza piedras para herir a decenas de mujeres, en Taizz, cuando celebran la concesión del Nobel de la Paz a Tawakkol Karman, periodista y presidenta de la oenegé Mujeres sin Cadenas. Latigazos, piedras, Facebook, Twitter...
De la conciencia de que la democracia y la desigualdad no casan o, según el temor de los gobernantes autocráticos, de que las mujeres concentran la esencia de un nuevo paradigma, se articulan las nuevas relaciones en muchos países. Occidente no debería, pues, dudar de cuál es su lugar. Y dejarse de mensajes sobre el presunto peso social e histórico de la represión sobre las afganas para justificar el estado en el que quedarán -los talibanes aún queman escuelas de niñas y vierten ácido sobre las jóvenes- cuando las tropas internacionales se marchen.
Si la condena a las féminas a una vida de infierno por parte de los talibanes estaba en el decálogo para ir a la guerra, la renuncia a su defensa es la renuncia a la democracia. La correlación entre la creencia en la igualdad de género y los principios de la democracia está muy estudiada. ¿Cómo se podrá hablar de paz en Afganistán si se masacra a las mujeres? La sociedad horizontal avanza a lomos de un mundo global y conectado.
Todo el mundo sabe qué hacéis con ellas.

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