29 de diciembre de 2011

Me quise morir

Tiene 25 años y es la responsable de marketing de una empresa privada. Como miles de manifestantes egipcios -entre ellos un número más que respetable de mujeres teniendo en cuenta las características del país-, Samira Ibrahim fue detenida en la plaza Tahrir de El Cairo el pasado 9 de marzo mientras participaba en una manifestación prodemocrática tras la caída del expresidente Hosni Mubarak.

Lo primero que recibió fue una descarga de electricidad en el estómago después de mojarla.«Pensé que nos interrogarían y nos llevarían a casa», empieza Samira su relato para añadir: «No habíamos hecho nada».

El relato avanza hacia peor. Luego llegaron los insultos, mientras varios militares la escupían y le golpeaban la cara con sus zapatos. «Trataban de que nos arrepintiéramos por el 25 de enero, por haber empezado la revolución», dice en su vídeo.

«Fui detenida a las tres de la tarde y alrededor de las 10 de la noche, nos trasladaron en autobuses, con las manos atadas, fuimos golpeadas y arrastradas, se comportaron como matones, le rompieron la ropa a una chica», remomora mientras detalla las marcas por todo su cuerpo como consecuencia de las descargas eléctricas. «Estaba destrozada física, psicológica y emocionalmente», admite ante la cámara. La prisión militar de Haikstep, donde aún pendía la foto del caído Mubarak, sería el escenario de la vejación más profunda: «Ese día, de verdad, me quise morir».

Puertas abiertas

Samira relata que cuando les dijeron que iban a revisarlas pensó en un chequeo como el de los aeropuertos. «Tuve que desnudarme con la puerta abierta y los soldados miraban y hacían bromas, diciendo entre risas para qué me usarían», explica para añadir: «Uno me sacó la ropa interior y me hizo levantar las piernas». Ella preguntó si, al menos, podía taparse la cara. Una descarga eléctrica fue la única respuesta.

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