7 de octubre de 2012



La médica holandesa Rebecca Gomperts sabe que su presencia siempre es sinónimo de polémica. Y no es para menos, pues desde hace diez años es la capitana de una flota de barcos que se dedica a hacer campaña a favor de la despenalización del aborto. La controversia surge no solo porque ella desafía las leyes de países donde esta práctica todavía es prohibida, sino porque las naves de su organización Women on Waves se desplazan a aguas internacionales para facilitar píldoras abortivas a aquellas mujeres que quieren interrumpir su embarazo voluntariamente.



Después de hacer una gira por Europa, la semana pasada Gomperts se aventuró por primera vez en Marruecos, un país musulmán donde se calcula que entre 600 y 800 mujeres se someten a un aborto ilegal cada día. Sin embargo, pese a llevar todos los permisos en regla, un buque de guerra enviado por el gobierno magrebí se plantó a la entrada del puerto de Marina Smir para evitar la llegada de la doctora y de su equipo. Después de varias horas, el barco finalmente no pudo atracar y se vio obligado a regresar a Holanda.

Gomperts es consciente de los riesgos y las dificultades a las que se enfrenta cada vez que emprende una misión. Cuando la nave logra anclar, la tripulación habilita una línea telefónica para que las interesadas agenden una cita. Después de que las mujeres suben a bordo, este se desplaza a aguas internacionales, es decir a 12 millas de la costa, donde aplica en el barco la legislación holandesa que permite el aborto en cualquier circunstancia. Aunque está equipado con salas de cirugía, la doctora no puede realizar ningún procedimiento quirúrgico; solo está autorizada para entregar las pastillas y brindar información sobre métodos anticonceptivos.

Si bien Women on Waves ha atendido a decenas de mujeres desde su creación en 1999, el verdadero objetivo de su fundadora es que los viajes generen impacto. Su primera misión a Irlanda en 2001 fue un fracaso porque no llevaba los permisos necesarios, pero según Gomperts, puso a la organización en el foco de los medios. A pesar de que nunca da detalles de dónde y cuándo los barcos atracarán, las autoridades están atentas a sus movimientos y los puertos siempre se llenan con manifestantes pertenecientes a grupos antiabortistas.

A Gomperts muchos la llaman "asesina" y a sus naves, "hospitales de la muerte". Ha recibido amenazas en más de una oportunidad, pero eso no le ha impedido continuar con su iniciativa y seguir recaudando fondos para comprar los barcos y financiar los viajes. La holandesa, nacida en Surinam, creó la fundación luego de trabajar durante varios años a bordo del Rainbow Warrior II, un buque-hospital de Greenpeace. En sus recorridos por Latinoamérica y África conoció un sinnúmero de historias de mujeres que habían muerto por practicarse abortos en sitios clandestinos y así se convenció de renunciar a la ONG ecologista para dedicarse a la suya.

No importa si la travesía termina siendo en vano o si le toca pagar multas, como le ocurrió una vez cuando atracó en Polonia sin permiso de la capitanía del puerto. Según le dijo al diario The Guardian, para ella una de sus mayores fortalezas es hacer posible lo imposible: "Cuando la gente me dice que no puedo hacer algo, me empeño aún más en lograrlo".

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