5 de marzo de 2014

La libertad de ella, la de todo el mundo



A las puertas del 8 de marzo, volvemos a repasar la lista de desigualdades que todavía sitúan a diferentes niveles a los hombres y las mujeres y que, por lo tanto, ejercen de separador. En España la libre y voluntaria interrupción del embarazo vuelve a caer del lado que no toca, aquel que aleja a la mujer de la decisión. En el Reino Unido, el Partido Laborista, en la oposición, se encuentra en fase de presión para que el Gobierno conservador acepte la creación de un comisionado para luchar contra la violencia doméstica y la introducción en las aulas de la educación sexual. Tocando a la frontera, en Francia, la lucha contra los estereotipos y «el sexismo habitual» denunciados por la ministra de los Derechos de las Mujeres, Najat Vallaud-Belkacem, no parece traducirse necesariamente en pasos legales. Curiosamente, la extrema derecha francesa se agita contra los libros para la igualdad entre mujeres y hombres y al grito de «son espacios de libertad» presiona a las bibiliotecas para la retirada de su lista maldita. La ofensiva contra los libros da mucho que pensar y define el modelo de sociedad buscado que, sin complejos, esta minoría sin patria pretende hacer asimiliar a todos los franceses. Libertad es uno de los términos que más gustan de utilizar las personas que más alejadas están de él. ¿No trabaja para la libertad de las mujeres, es decir, para una vida con portunidades, el enseñar en la escuela esos principios de igualdad?

Pues no parece que en la patria de la Libertad, Igualdad y Fraternidad se interpreten oportunamente los tres conceptos. No es una excepción. Lo que sucede ahora allí se reproduce en otros países. Michelle Perrot, historiadora y escritora, recuerda que «las libertades de las mujeres están amenazadas». Para gritar. Perrotrecibe este año el Premio Simone de Beauvoir con casi las mismas palabras de la autora de El segundo sexo: «Nada está definitivamente conquistado. Bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres sean cuestionados».

El poder de la filósofa francesa no solo se encuentra en su denuncia de sentido común sino en hacerla desde las tripas de una mujer. La formulación del pensamiento es, pues, determinante para acertar en el diagnóstico. Cuando se intenta equivocarnos, juegan también un papel destacado los conceptos. Confucio lo vio así: «Cuando las palabras pierden su sentido, las personas pierden su libertad». En el marco del estado de alerta permanente al que nos invitaba Beauvoirestá no dejarse colar gato por liebre. Ejemplos cercanos: el ministroAlberto Ruiz-Gallardón hablando de violencia estructural al referirse al aborto o al apelar a la libertad de las mujeres cuando en realidad apela a su restricción. Se empaquetan las palabras a placer, despojándolas de la realidad que definen. En la reconstrucción de la imagen de la mujer no solo no se avanza sino que se retrocede. Viene de lejos. Beauvoir: «En Francia sobre todo se confunde con cabezonería a la mujer libre con la mujer fácil, la idea de facilidad implica una ausencia de resistencia y de control, una carencia, la negación misma de la libertad». Así se pervierten las palabras, se intenta deconstruir los puntos de referencia y se mantiene el miedo como factor paralizante. Porque «el que vive en el temor no será nunca libre», según la sentencia de Horacio.

En una de las máximas expresiones de la lectura femenina del entorno, Beauvoir escribió: «Quererse libre es también querer a los otros libres». Es difícil encontrar una definición mejor del combate de las mujeres para lograr una sociedad igualitaria.

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