Ana María Matute: "El que no inventa no vive"

La escritora barcelonesa, de 85 años, hace un elogio del poder de la imaginación al recibir el Premio Cervantes

Antes que escribir las nueve páginas de su sencillo y nada pomposo discurso del Premio Cervantes, Ana María Matute habría preferido escribir “tres novelas seguidas y 25 cuentos”. Lo ha confesado esta mañana, en la ceremonia en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares (Madrid) que la ha convertido en la tercera mujer en recibir el máximo galardón de las letras hispánicas, tras María Zambrano y Dulce María Loynaz. Y lo ha hecho en silla de ruedas, nerviosa, como anunció hace días. “No menosprecio los discursos. Solo los temo”, ha subrayado.

La autora barcelonesa, de 85 años, ha vencido sus miedos y ha leído un emotivo discurso encabezado con el mítico “érase una vez” y ha seguido con una loa al poder de la imaginación: “El que no inventa no vive”. Ha hecho mención, cómo no, al máximo inventor de historias: el Quijote, ese hidalgo caballero que tanto la aburrió cuando lo leyó por primera vez (tenía 14 años) y tanto la enamoró la segunda (con los 18 ya cumplidos y siendo escritora profesional). “Aquel soñador --ha explicado-- convirtió en gigantes las aspas de un molino”.
Matute fue una niña que nunca jugó con muñecas. Prefirió contar sus historias. “Las niñas de aquel tiempo --dejó claro-- no tenían que ver conmigo”. La autora de Olvidado rey Gudú solo tenía un amigo cuando era pequeña: su muñeco Gorogó, que sigue con ella y le acompaña a todos sus viajes. “Hoy también me espera en el hotel”, ha revelado después de entablar un pequeño diálogo con él.
Tras hacer mención a los bombardeos de la guerra civil (esos que tanto la asustaron y le cortaron de raíz la tartamudez), la premiada ha repasado su historia profesional y ha recordado cómo se metió, sin flotador alguno, en la piscina editorial. Su primer libro lo llevó a la editorial Destino escrito a mano en una libreta de la posguerra. “Era la criatura más ignorante y despistada del mundo editorial”, se ha reído al recordarlo.
Tierna y entrañable, la flamente premio Cervantes ha concluido el discurso con una petición: “Si en algún momento tropiezan con una historia o con alguna de las criaturas que transmiten mis libros, por favor créanselas. Créanselas porque me las he inventado”.

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