28 de julio de 2011

Muere Agota Kristof, la más dura cronista de la posguerra en Europa

La autora húngara de la trilogía de Claus y Lucas falleció en Suiza, donde vivía desde 1956.

Día a día, durante cinco años, Agota Kristof se unía a una cadena de obreros en una fábrica de relojes en Suiza. Venía arrancando de Hungría, donde la Unión Soviética había aplastado la revolución de 1956. No sabía francés, le parecía vivir en un desierto y el trabajo, una cárcel. Tenía una hija pequeña, un marido del cual se separaría y lo pasaba mal. Escribía mentalmente poemas en la industria, que por la noche pasaba al papel. Se aburriría hasta la angustia trabajando en una consulta dental y tendría poco éxito con un par de obras teatrales. Entonces, ya a los 50 años, aparecieron los crueles gemelos Claus y Lucas y Kristof se convirtió en una de las más descarnadas retratistas de los efectos de la II Guerra Mundial.


Publicada en 1986, la novela El gran cuaderno le dio a Kristof una inesperada fama mundial. Se tradujo a 30 idiomas, recibió elogios de la crítica y en nuestro país fue la inspiración para que la Compañía La Troppa (hoy Teatro Cinema) cristalizara una estética en la obra Gemelos (1999). Ella siguió escribiendo, siempre en su estilo seco y brutal, y nunca dejó Neuchatel, la ciudad suiza que alguna vez le pareció un desierto. Ahí estaba ayer cuando murió. La familia informó del hecho, pero omitió la causa.
Kristof tenía 75 años y dejó una obra escueta, aunque sólida, desesperanzadora y hasta perversa sobre la Europa de posguerra. En los últimos años, dos hernias en la columna le dificultaban caminar y se había alejado de la literatura. "No tengo ni fuerza ni ganas de escribir. No tiene sentido", dijo el año pasado. En 2007 se lo había informado al diario El País: "No creo que me salga ya nada mejor de lo que escribí".
El mundo de posguerra
Nacida en 1935, en Csikvánd, una pequeña localidad de Hungría, Kristof salió de su país a los 21 años siguiendo a su esposo y jamás volvió. Se separaría, se volvería a casar, se separaría nuevamente. Tuvo tres hijos. En los 70 asumió el francés para su escritura, aunque siempre consultaba el diccionario. Según ella, su estilo directo y carente de retórica no viene de ahí: "Viene del teatro. Diálogo puro. Lo justo, sin grasa. ¿Para qué dar vueltas? ¿Para hacer literatura? No me interesa la literatura".
Así escribió El gran cuaderno. Empujada por un amigo, envió el manuscrito a editoriales francesas. La publicó Seuil en 1986, luego de que Gallimard la rechazara, pensando que no tendría lectores por su dureza. En algo tenían razón: es dura. En medio de la guerra, la madre de Claus y Lucas los deja al cuidado de su abuela, una señora a quien llaman La Bruja. Ella no los quiere, los gemelos tampoco a ella. No son niños normales: conspiradores, viciosos, traicioneros, están dispuestos a matar para sobrevivir. De fondo, la guerra hace del mundo un lugar precario y hostil.
Mientras El gran cuaderno empezaba una ruta de traducciones (al húngaro sólo tras la caída del Muro de Berlín), éxito internacional y múltiples adaptaciones teatrales, Kristof no podía parar con los gemelos. "No podía pensar en otra cosa. Tenía que continuar", dijo. Escribió La prueba y La tercera mentira, donde Claus y Lucas sufren los efectos de la guerra, los separa un régimen autoritario y su historia de niñez es narrada nuevamente.
Después de la trilogía, Kristof publicaría la novela Ayer (1995), otro durísimo drama: en su niñez, Tobías mata a su madre, una prostituta, y a todos sus clientes. Deja su país en medio de la guerra y en otra parte, con otro nombre, trabaja a diario en una fábrica de relojes. Por las noches escribe. Las similitudes biográficas son confesas.
Paralelamente, El gran cuaderno era adaptado al teatro por diferentes compañías del mundo. En 2001, Kristof vio Gemelos, en París y se sorprendió por lo lúdica que podía ser la historia de Claus y Lucas. Los actores Juan Carlos Zagal y Laura Pizarro planeaban visitar a la escritora en Neuchatel, en noviembre, en el marco de una gira por Europa.
En los últimos años, Kristof publicó libros de cuentos (No importa), teatro y novelas aún no traducidas. También La analfabeta, volumen autobiográfico proveniente de columnas que escribió por dinero mucho antes de forjar un estilo. Nunca le gustó. Nunca estuvo totalmente de acuerdo con su publicación. Y jamás recogió un premio de 10 mil euros que le entregaron los críticos alemanes por el libro. Era su ética literaria: "La escritura es demasiado importante como para hacer algo que no me guste", dijo cuando ya dejaba de escribir

La obra que consagró a La Troppa


A fines de los 90, hasta la compañía La Troppa llegó la novela El gran cuaderno. El efecto fue inmediato: "Quedamos impactados por el paralelo que se generaba con nuestra historia infantil en dictadura. Ahí estaba retratado lo que sufrió nuestra generación", recuerda Juan Carlos Zagal. Con el texto de Kristof montaron Gemelos, una sorprendente obra que mezclaba el teatro con recursos del cine y la música. Menos dura que la novela, la obra tuvo un éxito rotundo que los consagró. "Creo que la potencia de su escritura permitió que la compañía cristalizara un lenguaje", dice Zagal.

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