26 de julio de 2011

Vacaciones: crisis y cambios organizativos

Nuestras vacaciones, en cuanto a su duración y tendencia a una organización más flexible a lo largo del año, siguen la pauta europea. Sin embargo, nuestra capacidad de poder disfrutarlas de manera real y efectiva es claramente inferior, con el riesgo para la salud de las personas que esto significa.

Secretario de negociación colectiva de CCOO de Catalunya.
 Licenciado en Derecho por la Universidad de Barcelona. Exsecretario general de la Federación de Transportes de CCOO de Catalunya. Fue representante del sindicato en el Tribunal Laboral de Catalunya. 

Las vacaciones en nuestro país este 2011, su posible organización y disfrute, están muy influidas por tres grandes factores. El primero, de referencia ineludible, es el contexto de la crisis económica, que dificultará, o hará imposible, el necesario disfrute generalizado del periodo vacacional para un amplísimo número de personas.
 La reciente encuesta de condiciones de vida del INE señala que no se pueden permitir ir de vacaciones fuera de casa, al menos una semana al año, el 39,7% de los hogares; una cifra que sigue creciendo desde el 33,5% del 2008. Sensiblemente superior a la media europea del 35%, que incluye a los países de la ampliación, con niveles notablemente más bajos de derechos laborales en general, y de renta salarial en concreto. Según Eurostat, en países como Alemania, esta dificultad afecta solo al 24% de las familias, y en Francia al 31%, Bélgica al 26%, Dinamarca al 11% y el Reino Unido al 26%.
 Es una expresión clara de la extensión de las dificultades que aumentan con 4,9 millones de personas desempleadas y 1,4 millones de familias que tienen a todos sus miembros en paro, según la encuesta de población activa (EPA). En el mismo sentido negativo operan los recortes de sueldo de los empleados públicos, la congelación de las pensiones y la evolución muy moderada de los salarios. Mientras, el sector turístico y de ocio en general, junto con los desplazamientos a causa de los precios energéticos, continúan con precios elevados y son muy inflacionistas.
 Conviene recordar, frente a informaciones en muchos casos malintencionadas, que la duración legal mínima de las vacaciones en España, al igual que en el resto de la Unión Europea, se enmarca en las obligaciones que desde 1993 establece la directiva europea relativa a la ordenación del tiempo de trabajo. Vacaciones retribuidas de al menos cuatro semanas. Con independencia del marco legal regulador de la duración mínima de las vacaciones, la negociación colectiva, en los países nórdicos, así como en Alemania, Francia e Italia, ha conseguido una importante mejora en el tiempo de vacaciones.
 Conviene no olvidar, tampoco, la expresa prohibición de compensar económicamente las vacaciones, que realiza tanto la directiva europea como nuestra legislación laboral. La razón queda claramente expresada en la directiva europea: la necesidad de las vacaciones está directamente vinculada al mantenimiento de la seguridad y salud de los trabajadores.
 La crisis económica de estos años ha llevado también a utilizar el periodo vacacional, y su anticipación en circunstancias de baja actividad empresarial, como una válvula de escape, como una medida de flexibilidad interna frente a posibles ajustes de plantilla y despidos.
 Otro factor que implica modificaciones organizativas en el establecimiento de los periodos de vacaciones, en este caso con importantes rupturas culturales con la antigua concepción veraniega de las vacaciones, tiene su origen en los cambios de los sistemas productivos que tienden a extenderse a todo el año, y a la mayor flexibilidad y adaptación de la jornada anual de trabajo a las variaciones en la demanda, con el consiguiente efecto similar en el sector servicios.
 Para el sindicalismo no es una novedad la negociación de estos cambios organizativos justificados. El proceso de fragmentación de los periodos de vacaciones a lo largo del año, y la pérdida de exclusividad del verano, también han permitido disminuciones netas del tiempo de trabajo, al tiempo que han posibilitado a las personas una mayor capacidad de elección y de respuesta a la diversidad de las inquietudes culturales o de ocio. En este sentido, los cambios organizativos son similares a los que viven los distintos países de la UE.
 Un tercer factor se relaciona con las necesidades de conciliación de la vida laboral y familiar. Los cambios organizativos de los periodos de vacaciones han sido positivos para hacer frente a algunas necesidades de conciliación, ante el raquítico desarrollo público de los distintos sectores de servicios sociales en España. En el futuro es necesario un análisis de estos problemas sociales que desemboque en una organización de la jornada laboral más armoniosa con las necesidades sociales de conciliación.
 Aquí es necesario señalar un importante diferencial con la realidad europea; diferencial especialmente negativo para la mujer trabajadora, que en España sufre la desigualdad de la doble presencia y una responsabilidad no compartida del cuidado de los familiares dependientes.  En conclusión, nuestras vacaciones, en cuanto a su duración y tendencia a una organización más flexible a lo largo del año, siguen la pauta europea. Sin embargo, nuestra capacidad de poder disfrutarlas de manera real y efectiva es claramente inferior, con el riesgo para la salud de las personas que esto significa.
  
  

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