18 de julio de 2011

El Lloc de la Dona, un centro de atención social para mujeres gestionado por las Hermanas Oblatas.

Verena Paredes es parte del equipo de El Lloc de la Dona, un centro de atención social para mujeres gestionado por las Hermanas Oblatas. En el centro trabajan con mujeres que «viven situaciones de exclusión porque están vinculadas al ejercicio de la prostitución». Es muy difícil hablar del tema: cada palabra cuenta y mucho.


En el 2010, estudié asesoría de imagen y estilismo y también protocolo, dirección y gestión de eventos. Llevo muchos años trabajando con colectivos excluidos. Este es un trabajo muy duro y mal remunerado. Pero también es vocacional y aunque te quita mucha energía, no lo quiero dejar.
-Vamos por el principio.-Estudié auxiliar de enfermería, técnico de laboratorio y después trabajo social. Empecé a trabajar en un centro de drogodependencias en Barcelona. Y a los 26 años me fui a Alemania y, después, a Tailandia.

-¿A Tailandia?-Sí, me fui por motivos personales. Cuando ya estaba ahí, conocí a un cura jesuita y empecé a colaborar con él: iba a las cárceles y trabajaba con los reclusos hispanohablantes. ¡Imagínese las condiciones en las que vivían esa gente! Eran situaciones infrahumanas.

-¿Qué hacía usted?-Mediaba entre ellos y sus familias en sus países. Les conseguía comida, medicinas... También recaudaba fondos. Trabajaba, sobre todo, con los que no tenían representación diplomática en el país. En verano, cuando venía a Barcelona, seguía trabajando en el centro de drogodependencias.

-¿Trabajaba como voluntaria en las cárceles tailandesas?
-Sí, el cura jesuita me pagaba los desplazamientos porque las cárceles están en la periferia. A veces también me los pagaba yo.
-¿Cuándo regresó a Barcelona?-A los 29 años y, al principio, trabajé un año como administrativa. Poco a poco, empecé de nuevo en el trabajo social en diferentes entidades.

-¿Cuándo se incorporó a El Lloc de la Dona?-En el 2007. Antes nunca había trabajado con mujeres que ejercen prostitución.

-¿Qué hace ahora?
-Hago una primera entrevista con las mujeres y, en función de sus demandas, elaboramos un plan de trabajo. Participa todo el equipo. Yo como trabajadora social las oriento, asesoro, busco recursos para cubrir sus necesidades básicas. También hacemos formación, en idioma, y cursos de especialización orientados a la inserción laboral, entre otras muchas cosas.
-¿Cómo llegan las mujeres?-Por Inés, la educadora de calle, por su propio pie o por otras entidades de la ciudad. El año pasado, por ejemplo, atendimos a más de 500 mujeres. En realidad, yo ahora hago un trabajo más de despacho. Al principio salía más a la calle.

-¿No le impresionaba la calle?-No. Estar en la calle me permitía conocer a las mujeres de otra manera y, además, así veía cómo funciona la calle: es su lugar de trabajo y cuando vas, creas otro tipo de vínculo que te permite acercarte más.

-¿Qué ha aprendido de ellas?-La fortaleza que demuestran ante situaciones muy duras. Le aseguro que muchas veces no sé de dónde la sacan. También son mujeres muy agradecidas.

-Supongo que en este campo nunca se puede generalizar.-Cada mujer tiene una historia personal muy diferente. Tienen niveles culturales y perfiles muy dispares. Existe el estigma de que siempre hay proxenetas o que están ligadas a la drogodependencia o a la delincuencia, y esto no es así.

-¿Qué piensa de la presión que se ejerce contra la prostitución?-Que si se ejerce este tipo de presión hay que pensar alternativas porque en el fondo lo que se está haciendo con esto es quitar a las mujeres su autonomía personal: el poder mantenerse, el poder vivir. Este es su trabajo y si solo se presiona lo más probable es que se continuará ejerciendo de manera más escondida.

-Siga, por favor.-Muchas mujeres trabajan en esto porque no tienen otra opción ni otras alternativas. Al revés de lo que se piensa, en la calle se hace dinero rápido, pero no es dinero fácil.

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