7 de septiembre de 2011

El límite del dominio

Él le coge el móvil y, sin decir nada, revisa sus mensajes. Ella le mira en silencio. Quizá le molesta la intromisión, pero si se opone parecerá que tiene algo que ocultar. Quizá le llena de orgullo, pues ve en el gesto una traza de celos, ese oscuro sentimiento que la hace sentir importante. Dieciséis años y ya juegan con los límites del dominio. Con esa frontera -a veces difuminada por el amor o el deseo- entre el compromiso y el sometimiento. ¿En qué momento se cruza el umbral de la sumisión? ¿Cuánto soportar en nombre del amor sin perder la autoestima? ¿En qué instante nace una víctima? EL PERIÓDICO informaba ayer de que los servicios de la Generalitat han detectado un aumento de la agresividad en las parejas de adolescentes. Jóvenes incapaces de solucionar conflictos a través del diálogo y la empatía. Parejas en las que uno se cree el dueño del otro. En estos casos pueden estar los futuros verdugos y víctimas de la violencia de género. Esos nombres que acaban emborronando de horror los titulares.


El problema no sabe de clases sociales ni de niveles culturales. La semilla de la agresión se esconde en gestos aparentemente nimios como revisar un móvil sin el consentimiento del otro. Algunos institutos ya han iniciado con éxito programas de concienciación. A todos nos atañe educar en el respeto a la intimidad. Antes de que el terror acalle los interrogantes de la razón.

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