23 de diciembre de 2011

Ortodoxia contra la mujer

Rosenblit viajaba el domingo pasado en un autobús de la compañía israelí Egged en Jerusalén. En una parada subió un hombre haredí (ultraortodoxo) que le ordenó que se levantara y se sentara en la parte de atrás. Tanya se negó. Él insistió, la insultó y mantuvo la puerta del vehículo abierta para que no arrancara. Tras media hora de parón, el conductor llamó a la policía. Rosenblit explicó su historia en Facebook y alimentó así el debate sobre la discriminación de la mujer en los espacios públicos, en Israel, por la imposición de los haredim. Los ultraortodoxos separan a hombres de mujeres en los transportes, no aceptan imágenes femeninas en la publicidad ni en los periódicos y entran por puertas separadas en los centros de salud.


El arma de la voz

La polémica llegó al Ejército el verano pasado cuando unos soldados religiosos abandonaron una celebración porque dos compañeras cantaban -la voz femenina es una fuente de tentación para los ultraortodoxos-. Hace unos meses, la Orquesta Israel-Andalusian eliminó un concierto de su programación, en Ashdod, porque cantaba una solista y los abonados ultraortodoxos se habían quejado. Los haredim atacan ahora a la compañía de danza Kolben de Jerusalén, a la que acusan de«indecencia» por haber instalado en su sede unos ventanales por los que se pueden ver los ensayos de los bailarines, mujeres incluidas.


La marca de ropa Honigman distribuyó pósteres con modelos femeninas en diversos puntos de Israel, pero en Jerusalén colgó carteles donde las chicas se habían reducido a un brazo sujetando un bolso. La firma alegó que en la Ciudad Santa las fotos de mujeres se destrozan. Algunas empresas aseguran que el Ayuntamiento jerosolimitano les advierte de este peligro.


«A nosotros también nos lo dijeron, pero pusimos decenas de fotos de mujeres en vallas publicitarias y solamente estropearon cuatro», explica el rabino Uri Ayalon, que con el grupo Yerushalmim lidera una campaña de lucha contra los intentos de borrar la presencia femenina en los espacios públicos de Jerusalén. Ayalon creó en Facebook la página Sin censura, que ya tiene 3.000 adeptos, de los cuales 2.000 son voluntarios activos. Una de las iniciativas que lanzaron fue llenar la ciudad de fotos de mujeres. Se las dieron a amigos y conocidos para que las colgaran de balcones y ventanas y pagaron para colocarlas en vallas publicitarias. «Demostramos que no es cierto que en Jerusalén se destruya toda la publicidad que muestra a mujeres», subraya Ayalon.


Presiones


Yerushalmim -grupo integrado por laicos y religiosos no ultraortodoxos- quiere lanzar una campaña publicitaria en los autobuses, pero la empresa que gestiona los anuncios, Cnaan Advertising, se niega a colocar las fotos de Yerushalmim a menos que le paguen una fianza de 50.000 shekels (más de 10.000 euros). El grupo irá al Tribunal Supremo.


«Nuestra lucha es positiva, a favor de nuestros valores como público plural, no en contra de los ultraortodoxos. Yo soy rabino y no iré a ver una película en Shabat, pero lucharé para que los cines estén abiertos ese día», aclara. Ayalon no disculpa a las autoridades, pero considera que culparlas solo a ellas no es justo. «Todos somos un poco culpables, si nos plantamos y decimos [a los ultraortodoxos] hasta aquí, ellos retrocederán», asegura.


La activista Hila Benyovits, en cambio, carga mucho más las tintas contra los políticos y la policía. «Las autoridades son muy culpables, hacen la vista gorda desde hace muchos años, supuestamente por tolerancia religiosa. Para que los religiosos no se sientan ofendidos, un montón de gente tiene que perder sus derechos», indica. Benyovit movilizó a través de su blog y Facebook a centenares de personas que se manifestaron el 11 de noviembre contra la discriminación de las mujeres. Benyovits reconoce, sin embargo, que el primer ministro, Binyamin Netanyahu, ha condenado los intentos de discriminar y humillar a las mujeres.

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