28 de octubre de 2012

Explicar la (des) igualdad

MAR ESQUEMBRE CERDÁ El jueves participé en las jornadas que anualmente organiza el departamento de Biotecnología de la Universidad de Alicante. En mi intervención, titulada "La crisis y sus consecuencias sobre los derechos de las mujeres", expliqué a un alumnado universitario de dispares titulaciones la estructura de organización social más antigua del mundo pero todavía vigente: el patriarcado. Sin desmerecer los enormes avances de los derechos de las mujeres producidos desde la segunda mitad del siglo XX, siempre llamo la atención sobre el espejismo de la igualdad instalado en nuestras sociedades occidentales. Éste consiste, básicamente, en creer que el hecho de ser mujer ya no supone obstáculo alguno para acceder a cualquier ámbito, puesto que la igualdad (desde el periodo apuntado) ya es proclamada en las normas y proscrita de la misma forma la discriminación por razón de sexo. Como la realidad y las tozudas estadísticas se empeñan en demostrar justamente lo contrario (puesto que hablamos de transformar una estructura milenaria y eso no se consigue simplemente ignorando su existencia en las normas), nuestros ordenamientos deben articular los mecanismos necesarios para que esa igualdad no se quede sólo sobre el papel y sea real y efectiva. 

La Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer (Beijing, 1995) definió dos estrategias básicas para alcanzar ese objetivo: el "mainstreaming" o transversalidad de género en todos los procesos de toma de decisiones y en la ejecución de políticas y programas, y el empoderamiento de las mujeres, entendido como la autoafirmación de las capacidades de las mujeres para su participación, en condiciones de igualdad, en los procesos de toma de decisiones y en el acceso al poder. La primera, que consiste en tener siempre presente en los procesos citados la posición real que ocupan hombres y mujeres (ponerse las gafas violeta, para hacer visible lo que tradicionalmente ha escapado a nuestra mirada), se ha incorporado formalmente a las normas, tanto en la Unión Europea como en España. Pero no ha pasado de ahí, como bien atestiguan las genocidas medidas que se imponen a las personas en aras de una pretendida estabilidad presupuestaria y que suponen un incumplimiento manifiesto de esta normativa. La segunda, el empoderamiento, pasa por la exigencia de una normativa que imponga cuotas de presencia equilibrada. Y ésta es la más contestada. El jueves conocíamos que España ha bajado 14 puestos en el índice global de igualdad de género como consecuencia, básicamente, del descenso de mujeres en puestos de decisión política. El mismo día, el Parlamento Europeo rechazó la designación de un candidato al Banco Central Europeo por no haber en su consejo de gobierno ni una sola mujer. Espero que entendieran algo, ya que quienes nos gobiernan no tienen el menor interés por hacerlo.

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