24 de septiembre de 2013

Tres mujeres por la igualdad






Digna María Isabel Anangonó Arce

A sus 58 años de edad, Isabel Anangonó habla casi de memoria de lo que Martin Luther King o Alonso de Illescas significa para los negros. Su florido verbo y la soltura con la que comenta sobre temas políticos o hechos históricos, no hacen ni imaginar que esta corpulenta mujer afroecuatoriana, quien vive en la comunidad de Tollo Intag, ubicada a tres horas al suroccidente de Cotacachi, en Imbabura, solo llegó hasta cuarto año de escuela. Para no olvidar lo poco que sabía leer fue, dice, una “necia autodidacta”.

Hoy, Anangonó es una de las cinco vocales (tres mujeres y dos hombres) de la Junta Parroquial de Vacas Galindo, adonde pertenecen las tierras de lo que fue la hacienda panelera de Tollo Intag. Ella, hace 12 años, recuerda, entendió que para cambiar toda la desigualdad en la que creció por ser “negra, mujer y de la ruralidad” debía primero conocer sobre sus derechos y luego pasar del activismo social a la participación política.

Es presidenta de la Coordinadora de Mujeres de la zona de Intag y de otras organizaciones femeninas locales, pero, dice, su compromiso por conseguir mejores condiciones de vida va más allá de su género.

Aprendió, de errores y aciertos, que todo trabajo para reivindicar los derechos de la mujer debe incluir a los hombres. “Para reclamar igualdad debemos demostrar que se puede trabajar con equidad de género entre hombres y mujeres”.

Los 16 años de trabajo por superar las limitaciones de la mujer y los problemas de la minería en Imbabura, le hacen afirmar que el que hoy más mujeres estén en la palestra política responde a décadas de lucha social y no a un triunfo de una tienda política. Para esta lideresa, el mantener en la ignorancia al capital humano, y en especial a la mujer, ha sido una estrategia histórica del poder para mantener su hegemonía. “Siempre se ha privilegiado la inversión en la obra de cemento, porque es la que da votos”.

Anangonó destaca la importancia de la participación política de las mujeres, ya que así se puede incidir más directamente en realidades lacerantes como la violencia de género o la falta de oportunidades laborales en el campo. Pero, dice, la mujer que llegue a tener poder político debe ser bien “formada y capacitada” para no ser “manipulada” por el sistema machista imperante.

Dice que en su paso por la política ha visto “diluirse en el poder” a algunas mujeres que ingresaron con una aparente visión clara de lo que querían cambiar, pero al poco tiempo pesaron en ellas más “sus intereses personales y del partido político al que representaban”.


Tenemos que demostrar que siempre es posible trabajar con equidad de género”.
Isabel Anangonó
Tollo Intag, Imbabura

Isabel Villota

El título de bachiller obtenido por Isabel Villota, el 26 de julio pasado en la parroquia San Vicente de Huaticocha de Loreto, en la provincia de Orellana, es la prueba palpable de un cambio de conciencia sobre lo que quería ella en su vida, que hasta ese entonces había estado marcada por las tareas de esposa, el cuidado de tres hijos y las obligaciones en el campo y el cuidado de animales.

Villota, de 40 años, recuerda que en el 2008 junto a sus proyectos de estudio y trabajo, inició una lucha por la igualdad de trato para hombres y mujeres. Presidió el Comité de Usuarios de Salud de la parroquia de San Vicente de Huaticocha, ente encargado de vigilar la calidad de atención en el dispensario de la localidad. Ahora preside el Comité de Usuarios de Salud del cantón Loreto.

No fue un cambio fácil. No solo enfrentó el machismo de un sistema rural que juzga a la mujer que pide igualdad de trato y oportunidades, también recibió poco apoyo de su esposo y hasta de sus hijos que le decían que su lugar estaba en la casa.

Desde su actual perspectiva de vida, Villota critica la actitud de “indiferencia” que existe en muchas mujeres a participar en procesos sociales y políticos, a pesar de que mantienen problemas de maltrato o discriminación. Ella reconoce que antes del 2008, por miedo e ignorancia, también era así, pero descubrió, mediante la educación sobre sus derechos, que ella al igual que cualquier hombre o mujer merece un trato digno.

“Es por falta de conocimiento que la gente se acostumbró a no decir nada, a decir ya está, a decir así es... En la realidad, nosotros tenemos todo el derecho a reclamar lo que nosotros merecemos”, señala.

Para alcanzar un cambio en el sistema machista, reflexiona Isabel, deberá pasar un largo tiempo más; pero para incidir directamente en las políticas públicas que acorten las desigualdades aún existentes, recalca, un paso necesario es la participación en política.

Dice que no es una “feminista extrema”. Piensa que los extremismos no benefician, como sí ocurre con el ser incluyentes entre hombres y mujeres para encontrar soluciones. Aún así, para ella es importante que sean mujeres con conceptos claros sobre la problemática que viven, las que lleven a otros escenarios los pedidos de las mujeres que se resisten a “levantar su voz”.

Para esta santodomingueña de nacimiento, el paso previo indispensable para exigir respeto, cuidado, libertades y oportunidades (de educación, laboral, de salud, etcétera), es conocer a qué se tiene derechos y cómo acceder a ellos.


Ha sido por la falta de conocimiento en derechos que la gente se acostumbró a no decir nada”.
Isabel Villota
Líder de San Vicente de Huaticocha, Orellana

Lucía Rodríguez Aguinda

Luego de terminar su bachillerato en Latacunga, Lucía Rodríguez Aguinda retornó hace 24 años a su comunidad quichua amazónica ubicada a orillas del río Misahualli, en la provincia de Napo, con dos objetivos claros: trabajar para revalorizar su cultura indígena amazónica y para visibilizar el poder de decisión que tiene la mujer.

De su abuelo Camilo Aguinda, de quien toma el nombre la comunidad y fue el primer profesor quichua de la Amazonía, Lucía dice haber aprendido que el trabajo mancomunado entre hombre y mujer es la única forma de avanzar. Mientras que entre pelea y pelea con su abuela Antonia Correa Calapucha comprobó que ciertas mujeres, por mantener tradiciones equivocadas, son quienes hacen trascender principios machistas como la “obediencia rígida al hombre” o que la mujer “está destinada a tareas del hogar y la chacra”.

Tiene 40 años de edad y recalca que luchar contra una estructura machista es fuerte, más aún si se vive en sectores rurales donde es más frecuente que los hombres agredan a sus mujeres e impidan que ellas accedan a educación, capacitación, trabajo o peor aún que participen en una contienda electoral.

Pese a su crítica, ella no quiere polarizar, ni hacer pensar a la gente que esta es una revancha contra el hombre. Cree firmemente que, identificando las causas del problema y “desmitificando roles erróneos” dados a hombres y mujeres, se eliminarán posiciones extremas que afectan al convivir.

“Conocer que tenemos derechos y saber cómo utilizarlos no es una cuestión de revancha. Si sabemos de esos derechos no pedimos ni de rodillas, ni a patadas por ayuda, sino que de pie exigimos lo que merecemos”, apunta Rodríguez Aguinda.

Ante el conformismo, el miedo y el desconocimiento de las mismas mujeres sobre sus derechos, Lucía cree que es fundamental una participación más activa de la mujer en la vida social y política del país. Piensa que esas voces propias que tenga la mujer, en cualquier ámbito político, deben tener herramientas que le permitan evitar una posible utilización política de sus problemas, que a la final les lleven a desfigurar su lucha por la igualdad de oportunidades y derechos, y, sin querer o queriendo, dice, manejen el poder para beneficio propio.

“Es difícil visibilizar el trabajo de las mujeres porque la sociedad en la que nos desenvolvemos es machista. Por ello digo que no solo es importante dar a conocer de los derechos y obligaciones a la mujer sino al hombre también. Queremos que sea visible que nosotras también tenemos poder de decisión”.


Conocer que tenemos derechos y saber cómo utilizarlos no es una cuestión de revancha”.
Lucía Rodríguez
Líder de Misahuallí, Napo

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