1 de enero de 2014

La igualdad se hace perezosa

Ese es un trabajo de hombres. Esa etiqueta, en ocasiones despectiva y en ocasiones fruto de una educación de otros tiempos, hizo que algunas profesiones quedaran vedadas para determinados géneros. Pasaron los años, la vida en blanco y negro fue tolerando algunos colores y el desempeño de algunos oficios dejaron de ser vistos con ojos prejuiciosos por las nuevas generaciones. Pero, 
¿es cierto, entrado ya el siglo XXI en la pubertad, que las oportunidades son las mismas para ambos sexos? 
¿existe la igualdad plena o el camino para lograrla solo acaba de empezar? 
¿se ha retrocedido en los últimos años?
Si bien algunas de las respuestas a estas preguntas son imposibles de medir en términos cuantitativos, sí existen algunos parámetros que sirven para ver hasta qué punto los trabajos mantienen ciertas etiquetas. Y aún siendo cierto que las proporciones entre hombres y mujeres se aproximan en determinadas profesiones, aún hay otras en las que, por la razón que fuere, encontrar a una fémina ejerciéndola es casi tan complicado como hallar una aguja en un pajar.
Si bien es cierto que ahora, por citar un ejemplo, nadie se extraña de que en una sucursal bancaria pueda haber más mujeres trabajando que hombres (otra cosa es si lo tienen más difícil para llegar a los altos puestos de dirección), algunas profesiones siguen siendo un coto reservado para los hombres. Es el caso de peones de obra, empleadas de mantenimiento, conductoras de camión... En Burgos capital sobran dedos de la mano para contarlas, mientras en el caso contrario se elevan por cientos e incluso miles.
Sin salir de la capital, hace tiempo que los burgaleses se suben a autobuses urbanos pilotados por mujeres. Y sin que nadie se extrañe por ello, la realidad es que siguen siendo una minoría ya que de los 156 chófer que tiene el Ayuntamiento de Burgos en plantilla solo 5 son del sexo femenino. Los otros 151 puestos los siguen ocupando varones. Y de los seis inspectores de línea, la proporción es de 5 a 1.
De similares magnitudes es el desequilibrio en el gremio de los taxistas donde, a pesar de alguna incorporación, apenas hay 8 mujeres en una flota de 186 turismos.

SEGURIDAD. Es en profesiones vinculadas a la seguridad ciudadana donde más se ha visto esta evolución. Al margen de la irrupción cada vez más frecuente de mujeres que trabajan en empleos de vigilancia privada, en los puestos ofertados por las administraciones públicas se nota, aunque de forma desigual, la evolución. Así, desde que se normalizara su entrada en la Guardia Civil en el año 1989, su incorporación ha sido progresiva y ocupan ahora 67 de las más de 800 plazas que hay repartidas en la Comandancia de Burgos. Poco más del 7%.
Más significativa es la progresión en la Policía Nacional ya que las mujeres representan ya en torno al 13,47% del total de la plantilla al ocupar 56 de las más de 460 plazas que el Cuerpo tiene en Burgos. Claro que aquí su ingreso fue real a partir de 1978. De todas ellas, 41 son agentes, 1 técnico ATS, 7 oficiales, 3 subinspector y 4 inspectores.
Mucho menos equilibrio existe en los puestos de la Seguridad del Ayuntamiento de Burgos destinados a la Policía Local y a Bomberos. En el primero de los casos solo son 6 las mujeres (la Relación de Puestos de Trabajo contabilizaba en 2010 hasta 274 plazas) y en el Parque no hay ninguna que se dedique a apagar fuegos.

FUTBOLISTAS. Más prometedora parece la evolución en relación con las chicas que practican fútbol ya que mientras el número de licencias en el año 1998 era de tan solo 38, ahora la cifra se eleva hasta las 82. Se ha pasado de 2 a 4 equipos federados.
Esta realidad, también comparable a la inversa, deja ver una evolución lenta hacia una igualdad que tampoco está muy alejado del estudio que presentó hace poco más de quince días el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en colaboración con el Consejo Superior de Cámaras y que concluyó que las mujeres directivas cobran en España un 33,2% menos que los varones.

LEONOR RIQUELME | CAMIONERA
«NUNCA ME HE VISTO DESPLAZADA»

Transportista por tradición familiar, esta joven de 42 años es una de las contadas burgalesas que se pone a lo mandos del volante de un camión para realizar rutas nacionales.
J.M. / BURGOS
H abía que vender la empresa o mantenerla. Esa es la decisión que Leonor Riquelme y sus dos hermanas debían tomar cuando su padre, un transportista experimentado, se jubiló hace varios años. Y decidieron tirar para adelante. Empezó sustituyendo a un chófer que dejó el trabajo y cuando esta burgalesa se quiso dar cuenta estaba realizando el itinerario entre Barcelona y La Coruña. Una ruta que causaba sorpresa en algunos compañeros de profesión poco acostumbrados a ver a una mujer al volante de un monstruo de varias toneladas.
Leonor explica que en todo el tiempo que ha recorrido las carreteras españolas no se ha encontrado sorpresas desagradables y detalla que en DHL (la empresa de transportes que la subcontrata) «soy la única mujer de entre 40 o 50 camiones». A modo de anécdota recuerda como en una ocasión hubo un hombre que se ofreció a ayudarla para calzar el vehículo (algo que hace cada conductor) y que su padre, que andaba por ahí, le tuvo que decir que con él nunca había sido tan caballeroso.
Esta joven de 42 años, que trabajó en un gimnasio mientras las lesiones no se lo impidieron, comenta que España todavía está muy lejos de lograr que se equipare el número de mujeres transportistas «al de los países nórdicos o Alemania. Aquí la mentalidad es un poco machista y hay trabajos que las chicas ni se plantean. Queda mucho camino por andar». Eso sí, aclara que «nunca me he sentido desplazada» y recomienda a otras mujeres como ella a que den el paso.
Esta conductora, que acaba de estrenar maternidad pero que de vez en cuando realiza viajes cuando algún chófer está de baja, asegura que el avance definitivo «llegará con la gente joven. Tienen otra mentalidad». Una afirmación que matiza con su padre ya que, tal y como le define, «es la persona menos machista que he conocido». Y es que, él fue quien les animó a ella y a sus hermanas a que se sacaran el carné de camión. «Le veía disfrutar», afirma antes de matizar que el oficio de transportista «es muy complicado ya que hay que estar muchas horas fuera de casa. Mi madre crió a tres hijos casi sola».
Precisamente por los sacrificios que exige, Leonor entiende que la razón de que haya muy pocas chicas como ella está en que «las mujeres buscan un trabajo para estar más cerca del hogar. No uno en el que dormir de día, conducir de noche y con riesgos de sufrir accidentes».
Para animar a otras mujeres, recuerda que el trabajo de transportista ya no es como hace años ya que ahora «el conductor no es el que descarga el camión. Y tampoco hay que cambiar una rueda» porque para eso está la asistencia en carretera.

ALICIA LÓPEZ | TÉCNICO DE MANTENIMIENTO
«EL MACHISMO PERDURARÁ DÉCADAS»

Es la única mujer arreglando las máquinas que PepsiCo tiene en su factoría de Burgos • Formada para este empleo, presume de ser una pieza muy útil de un equipo compuesto por 30 hombres.
Aunque ahora está encantada con su trabajo como técnico de mantenimiento en PepsiCo, Alicia García aún recuerda como años atrás se le cerraron las puertas de otra multinacional por el hecho de ser mujer. «Nunca se me olvidará que me rechazaron en otra empresa a la hora de realizar las prácticas del ciclo formativo. Me dijeron que no tenían instalaciones habilitadas para poder cambiarme» ya que solo estaban preparadas para hombres. Algo, por lo que sabe, que ya han corregido.
Se desenvuelve como una más en un taller en el que el resto de compañeros con los que trabaja son hombres y en el que Alicia dedica su tiempo a «reparaciones de averías», a modificaciones y mejoras de equipos de fábrica a nivel eléctrico e informático... Un trabajo de buzo que no se le da nada mal ya que su superior sostiene que es «de lo mejor» del departamento.
Esta joven de 30 años, casada y con un niño, explica que sus compañeros de siempre «están acostumbrados» a estar con una chica «pero a los nuevos trabajadores que vienen a la fábrica sí que les sorprende». Afirma sentirse valorada y destaca que lo mejor de su trabajo es pertenecer «a un departamento con treinta hombres y sentirme útil, uno más del equipo».
Esa sorpresa que se llevan las personas que se incorporan al equipo en el que trabaja Alicia no es la única a la que se enfrenta. Y es que, si a algo está acostumbrada es a que la gente a la que le presentan en su vida cotidiana «me pregunte sobre cómo es la relación con los compañeros por el hecho de ser mujer». Por eso, según confiesa, «algunas veces salo comento que trabajo en PepsiCo». Sin más.
Pese a que afirma sentirse cómoda junto a los hombres con los que trabaja, admite que su caso es una excepción ya que no conoce a otra mujer que desempeñe una labor como la suya. Ni en su empresa ni en ninguna otra. Por ello, no duda al sostener que «sigue existiendo machismo en muchas profesiones» que tradicionalmente han desempeñado los varones y vaticina que «van a pasar décadas para eliminarlo socialmente».
Lo que tiene claro es que «cada uno debe hacer lo que le gusta. Animo a las mujeres a que estudien lo que les motiva, independientemente de que una profesión esté vinculada a un sexo y de los estereotipos que haya creados por la sociedad».
Alicia tiene bastante claro que ha acertado en su vocación ya que en el futuro le gustaría seguir trabajando como técnico de mantenimiento y desarrollarlo en esta empresa que le dio la oportunidad cuando fue a hacer prácticas en el ciclo de grado superior de Sistemas de Regulación y Control Automáticos que cursó en el centro San José Artesano.

MÓNICA COBOS | CARROCERA
«ANTES NOM SABÍA NI COGER UN TALADRO»

La crisis le obligó a ponerse el mono de trabajo y ya no se lo ha quitado. Asegura que todo se puede aprender y se presenta como la única mujer carrocera de Burgos y probablemente de España.

Reconoce que hace tres años «no sabía ni coger un taladro» y aunque admite que aún le queda mucho por aprender, ahora se desenvuelve a la perfección y en algunos detalles de su trabajo incluso asegura que es «más fina que mi marido». Es carrocera (le aseguran que la única que hay en España) y trabaja en Carrocerías Moisés construyendo habitáculos frigoríficos para automóviles.
Asegura que «una mujer, si quiere, puede hacer lo que se proponga. Nunca llegaremos a la fuerza de un hombre, pero por lo demás... todo es aprender». Defiende las capacidades para realizar cualquier profesión ya que «somos muy luchadoras». Eso sí, al mismo tiempo que defiende como se desenvuelven y que confía en avances hacia la igualdad por parte de las nuevas generaciones, también es más pesimista al aventurar que «nunca será total».
Ese cierto pesimismo se explica en que Mónica Cobos se encuentra en su negocio con todo tipo de clientes. «Hay gente que entra por el taller, conformes y muy bien, otros que no se fían y te mira como diciendo... ¿tú me los va hacer? Y los hay incluso que llaman y te dicen que no quieren hablar contigo, que piden que se ponga mi marido».
Al igual que le sucede a Alicia López (técnico de mantenimiento de PepsiCo), Mónica tampoco entra en detalles cuando le preguntan en qué trabaja. «No suelo comentarlo porque, aunque no me da vergüenza, no me gusta decirlo. Si voy al médico sí. Mucha gente que me conoce no sabe que estoy aquí trabajando». Un hecho que contrasta con que en algunos cursos que se dan en algunos lugares de España «me ponen como ejemplo» para alumnos al explicarles que una mujer que supera los 40 se acaba de hacer carrocera.
En su caso, el hecho de trabajar en este oficio no se debe a una vocación tardía. Adquirieron hace unos años la empresa por jubilación del antiguo dueño y la crisis obligó a tener que prescindir de los empleados. Como su marido tampoco podía hacerse cargo del trabajo solo, la idea fue que Mónica aprendiera el oficio, se sacara un curso y empezara a colaborar con su pareja que, por otra parte, «está encantado de tener a su mujer trabajando a su lado».
Aunque todo depende de rachas, nadie duda en esta pareja de la contribución de Mónica para sacar a la empresa de la crisis.



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