EMPLEADAS A DOMICILIO
Las mujeres que atienden a abuelos en casa se han convertido en la alternativa a las residencias. Su situación laboral es precaria
Los problemas económicos de las familias hacen que la alternativa a las residencias para cuidar a un anciano –cuyo precio puede superar los 2.000 euros mensuales– sea intentar atenderlo en casa convirtiendo a la nuera o la hija en cuidadora no profesional o bien contratar a mujeres, habitualmente inmigrantes, para que se ocupen de la abuela o el abuelo durante prácticamente todo el día.
Mónica, una boliviana de 46 años, vive con su abuela Carme, de 94, en el piso de esta en Barcelona. La llama «abuela» cariñosamente, aunque al principio la convivencia entre la anciana y la cuidadora no fue nada fácil. Los hijos de Carme contrataron a Mónica, que cobra 950 euros, como empleada del hogar. Un trabajo sin horarios, porque Mónica solo se ausenta de sus ocupaciones la tarde del miércoles y las del fin de semana para poder hacer su vida. Pero cada noche vuelve a dormir a casa de Carme. «No estoy mal con la señora, pero es un trabajo sacrificado, te limita la vida propia» , describe Mónica.
Sin vacaciones
Su situación es dura, pero en su sector abundan trabajadoras mucho peor pagadas. «Es muy común trabajar sin contrato» , confirma. Y tener que cotizar a la Seguridad Social del propio bolsillo... Existe incluso una presión para que el salario por hora sea cada vez inferior. De 10 a ocho euros por hora e incluso a cinco. Y en condiciones como las de una amiga de Mónica: «Cobra menos que yo y a final de mes no le pagan todo el sueldo, sino un poco, otro poco… Y le dicen que no tiene ningún derecho, porque no tiene papeles. No le han dado vacaciones y no la querían empadronar. Lleva tres años así».
Adela, de 60 años y también boliviana, vive una jornada agotadora. De doce del mediodía a cinco de la tarde, de lunes a viernes, cuida de una mujer por 450 euros al mes, sin contrato. Las noches las pasa en el domicilio de otra anciana, que le paga 1.000 euros, esta vez con contrato pero sin una noche libre. Con estos ingresos tiene que mantener a dos hijas, una que reside en Barcelona y otra que está en Bolivia, estudiando. «Yo, a mi edad, ya me adapto, pero las jóvenes que hacen este trabajo lo pasan fatal, tantas horas encerradas en una casa».
La escalera de los sueldos no para de bajar. Adela explica el caso de una amiga que cobra 600 euros mensuales, sin contrato, y trabaja de lunes a sábado. Una amiga de Mónica, que sí ha sido regularizada, «entra a las tres de la tarde y está en casa de la señora hasta el día siguiente, y la abuela la tiene sentada hasta las once de la noche viendo la tele. No está enferma, solo quiere compañía, así que la muchacha tiene que estar sentada allí».
Profesora de adultos
El sector de las residencias y centros de día añade que este tipo de trabajos no se llevan a cabo con la formación adecuada ante las necesidades de los abuelos. Mónica alega que está cursando estudios de geriatría. Adela era profesora de adultos en su país, pero no tiene formación específica en geriatría.
Carme, que enviudó hace ya 18 años, está contenta con el trato que recibe de Mónica: «Me va bien, me da el desayuno, me ayuda a levantarme, me hace masajes cuando me duele la espalda…». No quiere oír hablar de una residencia, cuyo precio es notablemente superior a los 950 euros que percibe su cuidadora por estar con ella mañana, tarde y noche.
Los hijos de Carme, de 66 y 62 años, han solicitado ayuda pública en virtud de la ley de dependencia, pero les han comunicado que antes del 2014 es muy difícil que puedan recibirla.
Delegada de la igualdad y la mujer
SIEMENS, S.A. Oficina Regional Barcelona
Lluis Muntadas, 5
Cornella de Llobregat (Barcelona)
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