«Aportaré toda mi experiencia de abogada, directora de empresa, ministra y mujer». La ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde, de 55 años, no dudó en presentar su condición femenina como una baza a la hora de defender su candidatura a la dirección del Fondo Monetario Internacional (FMI). La que sería la primera mujer que controle las cuentas del planeta, parte como favorita para suceder a Dominique Strauss-Kahn, forzado a dimitir después de ser acusado de tentativa de violación por la justicia de Nueva York.
¿Otro francés a la cabeza del FMI? Si Lagarde está bien situada para optar al cargo se debe a su fuerte carácter y a su brillante trayectoria. El papel que jugó durante la crisis financiera –demostró gran habilidad para convencer a los países occidentales de armonizar sus posiciones– dejó admirado a Nicolas Sarkozy. Antes incluso de que el Elíseo pensara en ella, recibió el apoyo en cascada de los países europeos, con la cancillera alemana Angela Merkel –la llamó personalmente– al frente. La mujer más poderosa del continente la considera la candidata ideal.
OK de la Casa Blanca
Por parte de Estados Unidos, Lagarde ha recibido también un respaldo de peso. «Oficiosamente somos favorables a que las mujeres muy cualificadas y experimentadas puedan dirigir grandes instituciones como el FMI», declaró la secretaria de Estado, Hilary Clinton, claramente favorable a la dirigente francesa pese a que, inicialmente, la Casa Blanca se mostró sensible a la reivindicación del puesto por parte de los países emergentes.
La ministra francesa no es una desconocida en el país del tío Sam. Formada en Norteamérica, entre 1999 y el 2005 dirigió el potente gabinete Baker & McKenzie en su sede central de Chicago. Fue la primera mujer que llegó al cargo y también es la primera que manda en Bercy, sede del ministerio de Finanzas francés. Con cuatro años en la cartera, ha batido el récord de longevidad en el puesto bajo la Quinta República.
¿Su secreto? Trabajo, tenacidad y una «sorprendente resistencia moral y física», según Martial You, autor de su biografía. Pero es la falta de arrogancia –rasgo que se reprocha a menudo a los franceses– y el talento para llevar el agua a su molino lo que le vale el reconocimiento internacional. «Pongo menos testosterona en la negociación», argumenta ella cuando le preguntan por las razones de su éxito. Un factor nada despreciable a la luz de los problemas que han traído al FMI los excesos hormonales de Strauss-Kahn.
Cuando van mal dadas, Lagarde aplica la consigna que le dio su entrenador de natación sincronizada –a los 15 años fue medalla de bronce–: «Aprieta los dientes y sonríe». Es lo que hizo ante las malintencionadas –y a menudo machistas– críticas por sus primeras torpezas políticas al llegar al ministerio, que le valieron el sobrenombre de Lagaffe . La misma filosofía emplea ante la acusación de abuso de autoridad en el acuerdo para que el Estado francés indemnice al empresario Bernard Tapie por el caso Adidas-Crédit Lyonnais . «Estoy muy tranquila, he actuado de acuerdo con la ley», mantiene.
Mientras la justicia decide si hay motivos para abrir una investigación, Lagarde ha iniciado su campaña para convertirse en la nueva directora gerente del FMI, que la llevará a Brasil (la ministra francesa estará mañana en el país suramericano para recabar apoyos) y China. Algo que hará sin renunciar al Ministerio de Finanzas francés. «Como mujer, estoy acostumbrada a compatibilizar», señaló con cierta malicia Lagarde.
Delegada de la igualdad y la mujer
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