26 de julio de 2011

Rompiendo tópicos: el tamaño sí importa

Los datos indican que no puede, ni debe, fijarse una relación mecánica entre más horas de trabajo, mayor productividad y más competitividad. El tamaño de las empresas es crucial para mejorar la competitividad.

Profesor de Derecho Laboral. Facultad de Derecho de ESADE.
 Licenciado en Derecho por la UB. Ejerció la docencia en la UAB como profesor asociado. Pertenece al grupo de abogados que entre 1977 y 1978 creó el gabinete jurídico de CCOO de Catalunya. Secretario general de CCOO de 1995 a 2008. 



La crisis está provocando graves efectos colaterales. Resurgen actitudes antieuropeístas que endosan a la UE la responsabilidad de decisiones que adoptan en el Consejo Europeo los jefes de gobierno de los 27 países de la Unión Europea. Y aumentan las reacciones populistas que intentan satisfacer los sentimientos de una ciudadanía que se siente maltratada por la injusta distribución de los costes de la crisis. Como la que protagonizó la cancillera Angela Merkel al establecer desafortunadas comparaciones entre las condiciones de trabajo de algunos países de la UE con las de Alemania. Según ella, los alemanes no podían continuar ayudando a otros países -se refería a los que han obtenido préstamos de la UE- si estos continuaban disfrutando de más días de vacaciones y se jubilaban más jóvenes.
 No estará de más recordar que estas ayudas son préstamos con elevadísimos intereses. Tanto, que es imposible que países como Grecia puedan pagar estas deudas y sus intereses por muchos ajustes que se le impongan y por muchos años que duren los ajustes. Además, resulta que los beneficiarios de es tas ayudas no son los ciudadanos de sus países, a los que se están imponiendo reducciones draconianas de salarios, pensiones y derechos. Sino las entidades financieras acreedoras -la mayoría europeas- a las que se quiere proteger de los riesgos de impago de las deudas.
 O sea, que la apelación de la cancillera a trabajar más si se quieren recibir ayudas parte de una premisa absolutamente falsa, que se esté ayudando a sus ciudadanos. Pero el populismo -como las desgracias- nunca viene solo. Y en España, estas declaraciones de Angela Merkel dieron pie a otro debate colateral. Planteado con el mismo rigor -o sea, ninguno- por parte de algunos medios de comunicación, alrededor de otra premisa, también falsa. A saber: que esta supuesta menor jornada de los españoles está en el origen de la baja productividad y competitividad española. Es justo decir que el debate no es una invención de los medios de comunicación, como demuestran unas controvertidas declaraciones del anterior presidente de la patronal CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, cuando afirmó que la salida de la crisis económica exigía trabajar más horas y cobrar menos salario.
 Llegado a este punto, surge un interrogante. ¿Cuáles son las razones que explican esta tendencia nacional a los debates construidos sobre tópicos y datos falsos? Se me ocurren tres posibles respuestas. Puede que sea la confirmación de un sabio aforismo popular, aquel que dice: «Cuando entender algo supone dejar de obtener importantes beneficios, los incentivos para no entender, o no querer entender, son muy poderosos». Aunque es posible que la respuesta esté en la conocida máxima periodística: «Que la realidad no nos haga perder un buen titular». O puede que todo obedezca a la conjunción de ambas y a su íntima e interesada relación.
 Este es un debate en el que los estudios realizados nos aportan datos para desmontar los tópicos. Un reciente informe de la OCDE sitúa la jornada de trabajo media efectiva de España en 1.653,8 horas al año, frente a las 1.389,7 de Alemania. El libro verde de la Seguridad Social de la UE nos dice que la edad media de jubilación en España estaba en el 2001 en los 60,3 años y en Alemania en los 60,6. Y que en el año 2008, en España era de 62,6 años y en Alemania estaba en los 61,7. En resumen, en España se trabaja de media más que en Alemania y nos jubilamos un poco más tarde. Cómo se organice en cada país esta jornada anual, qué periodo de vacaciones anuales disfruten los trabajadores, cuántas fiestas entre semana realicen es, en general, absolutamente anecdótico para el debate de la productividad y la competitividad.
 Además, los datos nos indican que no puede, ni debe, establecerse una relación mecánica entre más horas de trabajo, mayor productividad y más competitividad. Como demuestra el hecho de que los trabajadores de las empresas más productivas y las economías más competitivas suelen tener una jornada de trabajo menor. A pesar de que en España trabajamos más horas, o a lo mejor precisamente por eso, nuestros ratios de productividad y de competitividad son peores. Aunque también deberíamos ser prudentes con esta genérica y contundente afirmación, porque sin ser falsa, tampoco es del todo verdad, como se comprueba si pasamos de la foto meteosat de los grandes datos agregados al zoom de los datos más desglosados.
Algunos estudios recientes lo han hecho y nos permiten afirmar que, en el debate sobre competitividad y productividad de las empresas españolas, es el bosque el que no nos deja ver los árboles y la diversidad de su estado de salud. En las recientes Jornadas del Cercle d’Economia de Sitges un economista catalán de la Universidad de Harvard presentó un trabajo sobre el misterio de las exportaciones españolas. Según Pol Antràs, a pesar de la insistencia en señalar la pérdida de competitividad de las empresas españolas, la realidad es que durante la pasada década las empresas españolas han mantenido su cuota exportadora, tanto en el interno de la UE, como a nivel mundial. Para Antràs la explicación más solvente de este buen comportamiento de las exportaciones debemos buscarla en el carácter dual del tejido económico español -fíjense que identifica como causa la dualidad del tejido económico y no del mercado de trabajo, como insisten machaconamente los teólogos de la desregulación laboral de Fedea-. Y en los óptimos ratios de productividad de las empresas de más de 200 trabajadores. Los datos de productividad entre el año 2001 y el 2007, desagregados por tamaño de las empresas y comparados con los países centrales de la UE y EEUU son muy ilustrativos. En la franja de 50 a 249 trabajadores, España sale muy bien parada y en las de más de 250, el crecimiento de nuestra productividad ha sido el mayor de todos y comparable al de EEUU.
 Tecnología y formación
 Francisco Pérez García, catedrático de la Universidad de Valencia, aporta también datos de interés para este debate. En sus trabajos se pone de manifiesto la gran heterogeneidad de nuestro tejido productivo en relación a la productividad y a la competitividad. Diferencias en función de los sectores productivos, pero sobre todo del tamaño de las empresas. Indicando el lastre que supone que un 10% de las empresas españolas sean microempresas. Y la importancia que tiene el tamaño de las empresas en los niveles de intensidad tecnológica, en los niveles formativos de los trabajadores y sobre todo de los empresarios, que en la micro y pequeña empresa presentan grandes carencias.
 En resumen, para mejorar la competitividad española, el tamaño de las empresas, de su intensidad tecnológica y de su formación sí importan. O sea, que es posible hacer compatible un debate riguroso con un buen titular: «El tamaño sí importa». Claro que no deberíamos olvidar los intereses. Y la máxima que algunos poderes económicos aplican para defender los suyos: «Que la realidad, no te haga perder una buena reforma, para tus intereses». Ahí puede estar la clave de tanto debate construido sobre tópicos y falsedades.
  

No hay comentarios:

Publicar un comentario