26 de julio de 2011

Vacaciones o trabajo a la europea

La canícula de agosto aconseja una larga pausa, pero que no tendría que ser sinónimo de menos horas de trabajo en conjunto. Nos conviene ajustar las pretensiones salariales, combatir el absentismo, mejorar la formación y fomentar la conciliación.
Presidente de Pimec.
 Empresario. Licenciado en Económicas por la Universitat de Barcelona y diplomado en Alta Dirección por el IESE. Está al frente de la patronal de la pequeña y mediana empresa de Catalunya desde 1997. 

La tutela efectiva que ejerce la Unión Europea, y más concretamente Alemania, sobre la endeudada y dañada economía española legitima a los dirigentes de aquel país a emitir opiniones y juicios de valor singulares, y a veces bastante perjudiciales. Antes de la sonada crisis del pepino, la cancillera Angela Merkel propuso armonizar las vacaciones a nivel europeo, insinuando que los países del sur tendrían que trabajar más y descansar menos. La voluntad de armonización de la líder alemana es ciertamente loable, pero es una lástima que se centre solo en un aspecto tan simplista cuando persisten, en cambio, múltiples y graves obstáculos en el mercado único en ámbitos como el fiscal, normativo o logístico en toda Europa.
 Un vistazo a las últimas estadísticas del Eurostat permite confirmar que la población ocupada en España no trabaja menos que el resto de Europa, sino más bien al contrario. Los 18 millones de afortunados ocupados en el Estado trabajaron, en el 2010, un total de 38,6 horas por semana, por encima de la media europea de 37,5 y por delante las 35,7 de Alemania. Solo los nuevos miembros de la UE, como Bulgaria, Polonia o Rumanía trabajan netamente por encima del nivel español, alrededor de las 40 horas efectivas por semana. Incluso la Francia de las famosas 35 horas se sitúa, con 38 horas, por encima de Alemania.
 El elevado número de horas de trabajo en algunos de los países mencionados, empezando por España, contrasta con su precaria situación económica, lo cual demuestra que más horas de trabajo no siempre implican mejores resultados. De hecho, la evolución de la productividad del trabajo en España fue la más baja de la UE en época de bonanza y solo desde el 2007 ha aumentado de forma significativa, debido a los fuertes ajustes de plantilla. Tal como ha demostrado Pimec un reciente informe, el factor trabajo perdió competitividad durante los años de crecimiento por el aumento del 4,5% de media de los costes laborales año tras año. A partir del 2007, estos costes bajan a razón de un 0,1% anual, un ajuste aún insuficiente para compensar los años de aumento desbocado. A pesar de esto, y de la dolorosa evidencia de los cuatro millones de parados, algunos convenios colectivos siguen reclamando irresponsables aumentos salariales del 5% para el 2011, como ha sido del caso del Metal en la provincia de Barcelona.
 La pérdida de competitividad y productividad, más que sus vacaciones, es la principal carencia actual de nuestra fuerza laboral. De todos modos, también es cierto que las horas trabajadas en España han bajado últimamente de forma más significativa que en otros países: del orden de un 5% entre el 2008 y el 2010, frente a un descenso del 0,79% de media en la UE y un 1,3% en Alemania. El estudio anual de Pimec sobre absentismo laboral demuestra una rebaja continuada de las horas pactadas efectivas y un aumento, en cambio, del absentismo, que en el 2010 solo baja debido a la crisis. Pimec ha estimado los costes del absentismo en 2.193 millones de euros en Catalunya y en 10.840 millones en toda España, en ambos casos más de un 1% del PIB.
 La lucha contra el absentismo no ha estado presente en las negociaciones sobre la reforma laboral y de la negociación colectiva, ni en las contundentes afirmaciones de la cancillera Merkel. No podemos olvidar, por ejemplo, que la baja por una misma patología puede durar un 35% menos si es gestionada como accidente laboral por una mutua que si lo es por la Seguridad Social como incapacidad temporal. Por lo tanto, el sistema de las mutuas de trabajo debe implicarse más en estos procesos, a la vez que conviene ampliar las fórmulas de conciliación laboral y familiar disponibles y mejorar los estímulos económicos. Volviendo a las estadísticas comparadas, y según los datos del Eurostat, los trabajadores con días libres para hacerse cargo de asuntos familiares representan en Alemania el triple que en España (1,3% frente al 0,4% de la población ocupada). En cuanto a los trabajadores que pueden modificar el horario de inicio o final de su jornada laboral por motivos familiares, representan en España también el 0,4% de la población ocupada, ante el 1,4% de Alemania o el 5,5% de Holanda.
 Prisioneros de los horarios
 Ya han pasado 25 años del ingreso de España en la UE y aún hoy se discute si debemos adoptar horarios de trabajo europeos. Algunas empresas ya se han adaptado al ritmo imperante en la mayoría de países vecinos, empezando y acabando más temprano su jornada laboral, aunque en ese caso algunos trabajadores acaban siendo prisioneros de ambos horarios con jornadas interminables. La canícula de agosto continúa aconsejando una larga pausa, que no todos los europeos replican, pero que no tendría que ser sinónimo de menos horas de trabajo en conjunto. Eso sí, nos conviene ajustar las pretensiones salariales, combatir con eficacia el absentismo, mejorar la formación y productividad de los trabajadores y fomentar la conciliación entre trabajo y familia.   
 

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