22 de agosto de 2011

Elvira Santiago: «Mi generación se ha adaptado a muchos cambios»

Encuentro a Elvira Santiago tomando el sol desnuda en la playa de Sant Sebastià, en Barcelona. «Tonterías, las justas», responde cuando le pregunto si se irá a practicar nudismo a la Mar Bella, tal y como exige el ayuntamiento. Se define como «naturista» y la cito para que me hable de naturismo, pero me habla de libertad. Elvira tiene 63 años y pertenece a esa generación que nació y se educó con todas las prohibiciones, tabús y miedos de la dictadura y que, con la democracia, ha sabido adaptarse a los cambios sociales.



-Explíqueme, ¿qué es el naturismo?
-Bueno, yo solo le puedo hablar de mi experiencia.
-Claro, es una entrevista.
-El naturismo es una filosofía de vida y es mi forma de vivir. Para mí, no se trata solo de hacer nudismo en la playa. Implica tener una vida natural. ¿Cómo se lo explico? Intento dotar de sentido común mi día a día.
-¿Sentido común?
-Personalmente, intento no llevar nada al extremo. Para cierta gente el naturismo es una religión; para mí, no. Yo como sano, visto lo más natural posible, reciclo desde hace 20 años e intento no meterme con la gente. Mi máxima es: «Mi libertad acaba donde empieza la del otro».
-¿Permite una ciudad como Barcelona ser naturista?
-Está claro que en la ciudad no puedes hacer todo lo que quieres, pero no solo por la ciudad. También por la gente que te rodea: yo fui vegetariana durante 14 años y había gente que entendía que renunciara a la carne de vaca, por ejemplo.
-¿Ya no lo es?
-Con la edad tienes que cuidarte más, así que he ido incorporando pollo, pescado... Mire, yo no soy radical en nada. Hasta hace nueve años fumaba. Durante años, seguí a mi exmarido cada vez que, en su trabajo, lo destinaban a una ciudad diferente. Ahora los tiempos han cambiado. Quiero decirle que no es que yo sea ejemplo de nada. Solo que intento ser coherente con lo que pienso y siento, y no hago daño a nadie.
-¿Siempre practica nudismo?
-En los países que no lo permiten, no. Me parece irrespetuoso. Y se lo digo porque he viajado mucho.
-Entonces, ¿por qué no acepta la normativa del ayuntamiento sobre el nudismo en la playa?
-¡Porque la ley lo permite, pero el ayuntamiento lo prohíbe! Es una incoherencia.
-Siga.
-Creo que el ayuntamiento ha perdido el sentido común con tantas normativas. ¿Cree que es trabajo de un policía decirle a alguien que se ponga una camiseta? Está claro que no todo vale en una ciudad y que tiene que haber normas de convivencia, pero creo que nos hemos ido a un extremo.
-¿Cuando empezó a practicar nudismo?
-Hace 34 años iba a un cámping cerca de L'Hospitalet de l'Infant y había una gente que practicaba nudismo en una calita. Era, por supuesto, una calita abandonada por el ayuntamiento. Un día fui con mi familia y me quité la parte de arriba del biquini. Luego me dije a mí misma: «Voy a ver qué se siente». ¡Sentí libertad! Desde ese día, cada mañana iba con mis hijos a esa cala. Recogíamos las latas que dejaban ahí por la noche y luego nos bañábamos.
-¿Está a favor del nudismo en las calles?
-Lo respeto, pero no lo comparto. Creo que no hace falta. Para mí, eso no es naturismo.
-¿Le puedo preguntar cuántos años tiene?
-Claro, 63.
-¿Cuándo se hizo el piercing en la nariz?
-Hace unos 17 años. Siempre había tenido ganas de hacerme uno.
-¿Y el tatuaje?
-Eso es otra historia. A los 60 años fui al tatuador y el chico se quedó a cuadros. Una señora de 60 años que quiere hacerse un tatuaje no es muy común. ¡Yo quería probar! Me gustó y en tres años me he hecho cuatro.
-¿Siempre hace lo que quiere?
-Pertenezco a una generación que no ha vivido la guerra y, en cierta manera, es una generación olvidada. Aun así, tenemos muchas cosas que decir: pasamos de nacer en una dictadura a asumir una libertad impensable cuando éramos adolescentes. Nos habían educado para lo contrario y asumimos sin problemas el aborto, el divorcio, nos informamos porque lo tuvimos prohibido mucho tiempo. ¡Tenemos una gran capacidad de cambio!

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