16 de octubre de 2012

Además de Castelao



En pleno siglo XXI , contando con una Constitución que recoge en su artículo 14 enmarcado como un derecho fundamental “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social” y la aprobación por nuestros representantes en las Cortes de unas Leyes valientes y a niveles europeos como de Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de medidas de protección integral contra la Violencia de Género y la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, después de tejer con mucho esfuerzo una red de casas de acogida, para poder atender a las mujeres víctimas de violencia, de la puesta en marcha de los Centros de la Mujer donde se les donde se ofrece asistencia jurídicas, laboral, psicológica, después de proclamar que la igualdad entre mujeres y hombres comienza en la familia en los centros educativos, que en las mesas de negociación colectiva de las condiciones laborales de trabajadoras y trabajadores se introduzca la necesidad de elaborar Planes de Igualdad, para que las mujeres no topen con limitaciones en su desarrollo profesional, después de muchas campañas informativas en las que se conciencia a la ciudadanía de estar alerta para denunciar el maltrato a la mujer en todos los ámbitos, nos encontramos con la cruda realidad ya que últimamente son demasiadas las veces que hay que pellizcarse para darnos cuenta que lo que estamos oyendo y las noticias que están sucediendo y que atentan contra las mujeres de una manera u otra, son realidad y no ficción.
El derecho a la libertad de expresión supone respeto hacia lo que uno o una opina y dice pero ese respeto es también hacia los demás, es un derecho fundamental a través del cual los seres humanos podemos demandar injusticias y no proclamarlas. Sin la posibilidad de opinar libremente las personas estamos condenadas a la opresión. Las mujeres desgraciadamente sabemos mucho de esto, compartimos una historia de opresión. Una historia muy marcada por las palabras que en demasiadas ocasiones proclamaron hombres “ilustres”. Por eso esas no calleron “en saco roto” sino que se convirtieron en espadas que han herido de muerte a muchas mujeres a lo largo de los tiempos.
Desde Aristóteles hasta Castelao en la actualidad, las declaraciones pronunciadas por hombres poderosos atentan gravemente contra las mujeres.
Pero afortunadamente tantos siglos de opresión nos ha hecho más fuertes y estamos más unidas que nunca, por eso nos rebelamos ante palabras como las que ha pronunciado hace unos días el que iba a ser nuestro Presidente del Consejo General de la Ciudadanía Española en el Exterior, en las que declaro en un acto público, “que las leyes son como las mujeres, están para violarlas”, está claro que este señor (por llamarlo de alguna manera) en sus atribuciones designadas por su cargo de defensor de la ciudadanía, tiene claro que no se encuentran las mujeres.

No es aceptable que utilizando la crisis económica, cada día se recorte o se anule las políticas de igualdad entre mujeres y hombres y la redes de protección a las mujeres, además de todo esto también tenemos que soportar las declaraciones públicas del que tenía que ser nuestro defensor haciendo apología de la violencia contra las mujeres.

Nos revelamos ante personas como Joaquín Tabasco, ex policía nacional y antiguo concejal de Llucmayor (Mallorca) que esta semana se sentaba en el banquillo acusado de incitar a la violencia de género por divulgar un videojuego que mostraba 20 maneras de acabar con la vida de una mujer que circulaba en bicicleta.

Nos revelamos ante sentencias como la de la Audiencia de Madrid que absuelve a un jefe que daba palmadas en las nalgas y se rozaba con las empleadas porque no aprecia propósito sexual


Por eso manifestamos desde este artículo de opinión todas las organizaciones que aquí estamos representadas: “BASTA YA”. Aquellos que no quieren un mundo con igualdad entre los géneros, no han podido callar las voces de muchas mujeres que pelearon en el pasado así como tampoco podrán apagar la voz de Malala Yousafzai, una niña Pakistaní que con tan solo 14 años recibe una bala en la cabeza por los talibanes por defender el derecho de las niñas a recibir una educación, ni tampoco conseguirán apagar nuestras voces, las de las mujeres que aquí escribimos.

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