una vecina llamada... Erika Villaécija, nadadora
<b>Como pez en el agua, </b>Erika Villaécija elige sus cinco lugares importantes en Horta sin dudar. Sus quehaceres cotidianos y la gente con la que ahora comparte sus triunfos en la piscina han tejido su apego al barrio, en el que ha crecido y donde entrenó hasta los 15 años.
Horas antes de volar a Brasil para sumergirse en el Campeonato del Mundo de Aguas Abiertas, Erika Villaécija se lanza al agua en la piscina del Club Natació Horta, en la que empezó a entrenar, cuando apenas tenía seis años. Hoy, esta vecina de Horta, medalla de oro en el mundial de natación en Piscina Corta del 2010, el pasado mes de diciembre en Dubái, está a punto de cumplir los 27. «Excepto un día que vine a una clase con los infantiles del club, hacía más de diez años que no había vuelto a nadar en esta piscina. Me han venido a la mente un montón de recuerdos», explica la nadadora.
Se refiere a la época en la que todo lo tenía en Horta. «A cinco minutos de casa tenía el colegio, la Academia Montserrat, que ya no existe. A dos minutos, la piscina», recuerda. «A mediodía, salía corriendo de clase y a la 13.15 horas estaba en el agua. Entrenaba durante una hora, me iba a casa, comía en un cuarto de hora y volvía al colegio. Si no lo hubiera tenido todo tan cerca, no lo hubiera podido hacer», dice quien ha hecho en Horta más quilómetros a nado que a pie. Sus abuelos paternos ya vivían en el barrio de La Clota. «En verano, en su casa con jardín nos juntábamos todos los primos. Tenían una piscina», explica Erika Villaécija.
Una infancia feliz
A pesar de los terribles madrugones-desde los seis años hasta los 15- para enfundarse en el bañador y tirarse a la piscina, la nadadora guarda con mucho cariño su vida en Horta. «Considero que he tenido una infancia muy feliz aquí, en mi barrio», confiesa quien también cuenta con dos medallas de oro en el Europeo de natación del 2004, en Madrid.
Horta guarda sus recuerdos y a muchos de sus amigos. «Solemos ir al Louse Seva a comernos un bocata. O quedamos en el Quimet, los domingos para tomar un picapica y, de noche, vamos al Perifèric», dice. «No soy muy exploradora. Aquí lo tengo todo. Solo, a veces, voy al centro a comprar ropa a las tiendas grandes», señala. La tarde de los miércoles y los fines de semana es, en la actualidad, el tiempo que la nadadora, afincada en el Centre d'Alt Rendiment (CAR) de Sant Cugat, pasa en Horta. Pero, por muchas medallas que pueda ganar, Erika Villaécija asegura que «no viviría ni en Sarrià ni en Pedralbes». «Yo quisiera quedarme en Horta. Este es mi barrio de toda la vida. Conozco a todo el mundo. Y además le tengo tanto cariño...», añade la nadadora.
Pronto derruirán la piscina del Club Natació Horta en la que la nadadora empezó a entrenar bajo la guía de Sonia Fernández. «Han hecho otra más grande, de 50 metros, pero a mí me da pena», apunta.
Tatuajes amuleto
Varios tatuajes decoran el cuerpo de este pececito de Horta. «El primero me lo hice a los 16 años. Mis padres me dejaron porque la tatuadora era mi prima. Dije: Si entro en la final de Natación de Atenas, me haré tatuar un delfín», explica. «Y el pasado mes de septiembre me hice un rayo de sol sobre el mar para que me diera suerte en campeonatos de aguas abiertas», añade la vecina famosa, actualmente en el Club Natació Sant Andreu.
En el bar Antonio, donde preparan unos boquerones que Erika adora, «siempre me animaron». «Me decían: A ver si algún día llegas bien lejos». Hoy, de una de las paredes de este establecimiento cuelga la foto de la vecina y clienta nadadora con su medalla de oro de Dubái.
En la peluquería Casimiro; en la farmacia Pasqual; en el local de los Lluïsos, el esplai al que fue hasta los 12 años, y en la consulta del veterinario, al que nos cruzamos por la calle y Villaécija aprovecha para anunciarle que su perra podría estar embarazada, ella sigue siendo la vecina de siempre. «Si algún día me caso, quiero que me peinen en el barrio y que la iglesia sea la de aquí».La nadadora, que está a punto de terminar sus estudios de Psicología, atribuye su apego al barrio a su inmenso espíritu familiar. «Desde siempre, mi abuela paterna ha vivido con nosotros. Cuando hace días que no vengo, tengo muchas ganas de volver y verlos a todos. También a mis perros. La noche antes de viajar a un campeonato, siempre duermo en Horta»., cuenta Mita, la madre de la nadadora, que se encarga de vestir a los canes con camisetas azulgranas cuando juega el Barça. «Si no lo hacemos, no falla: pierden».
«Los buldogs saben el día y la hora que viene Erika, y se ponen en la puerta a esperarla. Es increíble»
La Campeona del mundo de natación nos enseña su barrio
Delegada de la igualdad y la mujer
Se refiere a la época en la que todo lo tenía en Horta. «A cinco minutos de casa tenía el colegio, la Academia Montserrat, que ya no existe. A dos minutos, la piscina», recuerda. «A mediodía, salía corriendo de clase y a la 13.15 horas estaba en el agua. Entrenaba durante una hora, me iba a casa, comía en un cuarto de hora y volvía al colegio. Si no lo hubiera tenido todo tan cerca, no lo hubiera podido hacer», dice quien ha hecho en Horta más quilómetros a nado que a pie. Sus abuelos paternos ya vivían en el barrio de La Clota. «En verano, en su casa con jardín nos juntábamos todos los primos. Tenían una piscina», explica Erika Villaécija.
Una infancia feliz
A pesar de los terribles madrugones-desde los seis años hasta los 15- para enfundarse en el bañador y tirarse a la piscina, la nadadora guarda con mucho cariño su vida en Horta. «Considero que he tenido una infancia muy feliz aquí, en mi barrio», confiesa quien también cuenta con dos medallas de oro en el Europeo de natación del 2004, en Madrid.
Horta guarda sus recuerdos y a muchos de sus amigos. «Solemos ir al Louse Seva a comernos un bocata. O quedamos en el Quimet, los domingos para tomar un picapica y, de noche, vamos al Perifèric», dice. «No soy muy exploradora. Aquí lo tengo todo. Solo, a veces, voy al centro a comprar ropa a las tiendas grandes», señala. La tarde de los miércoles y los fines de semana es, en la actualidad, el tiempo que la nadadora, afincada en el Centre d'Alt Rendiment (CAR) de Sant Cugat, pasa en Horta. Pero, por muchas medallas que pueda ganar, Erika Villaécija asegura que «no viviría ni en Sarrià ni en Pedralbes». «Yo quisiera quedarme en Horta. Este es mi barrio de toda la vida. Conozco a todo el mundo. Y además le tengo tanto cariño...», añade la nadadora.
Pronto derruirán la piscina del Club Natació Horta en la que la nadadora empezó a entrenar bajo la guía de Sonia Fernández. «Han hecho otra más grande, de 50 metros, pero a mí me da pena», apunta.
Tatuajes amuleto
Varios tatuajes decoran el cuerpo de este pececito de Horta. «El primero me lo hice a los 16 años. Mis padres me dejaron porque la tatuadora era mi prima. Dije: Si entro en la final de Natación de Atenas, me haré tatuar un delfín», explica. «Y el pasado mes de septiembre me hice un rayo de sol sobre el mar para que me diera suerte en campeonatos de aguas abiertas», añade la vecina famosa, actualmente en el Club Natació Sant Andreu.
En el bar Antonio, donde preparan unos boquerones que Erika adora, «siempre me animaron». «Me decían: A ver si algún día llegas bien lejos». Hoy, de una de las paredes de este establecimiento cuelga la foto de la vecina y clienta nadadora con su medalla de oro de Dubái.
En la peluquería Casimiro; en la farmacia Pasqual; en el local de los Lluïsos, el esplai al que fue hasta los 12 años, y en la consulta del veterinario, al que nos cruzamos por la calle y Villaécija aprovecha para anunciarle que su perra podría estar embarazada, ella sigue siendo la vecina de siempre. «Si algún día me caso, quiero que me peinen en el barrio y que la iglesia sea la de aquí».La nadadora, que está a punto de terminar sus estudios de Psicología, atribuye su apego al barrio a su inmenso espíritu familiar. «Desde siempre, mi abuela paterna ha vivido con nosotros. Cuando hace días que no vengo, tengo muchas ganas de volver y verlos a todos. También a mis perros. La noche antes de viajar a un campeonato, siempre duermo en Horta»., cuenta Mita, la madre de la nadadora, que se encarga de vestir a los canes con camisetas azulgranas cuando juega el Barça. «Si no lo hacemos, no falla: pierden».
«Los buldogs saben el día y la hora que viene Erika, y se ponen en la puerta a esperarla. Es increíble»
La Campeona del mundo de natación nos enseña su barrio
Delegada de la igualdad y la mujer
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