3 de agosto de 2011

Desconectar al menos dos o tres semanas mejora el rendimiento

Paco Guzmán, propietario del restaurante Santa Maria, en el corazón del barrio barcelonés del Born, lleva ya unos años abriendo el establecimiento en agosto. «Solo servimos cenas y la verdad es que este es un buen mes. La gente que se queda en la ciudad tiene ganas de salir, más si cabe que el resto del año», afirma. De hecho, si los horarios del día a día estuvieran siempre «bien compensados», no haría falta tomarse vacaciones. El problema es que «con el estilo de vida actual, el descanso vacacional es absolutamente imprescindible», observa Begoña Odriozola, psicóloga clínica y terapeuta familiar.


 En su opinión, «son necesarios como mínimo 15 días para desarrollar otras facetas personales, para hacer cosas distintas a las que se hacen el resto del año». La irrupción de las nuevas tecnologías dificulta el objetivo. «Antes, claro, eso no pasaba y la gente conseguía realmente desconectar», indica. Para Estíbaliz Ortiz, experta en recursos humanos de la Escuela Superior de Comercio Internacional (ESCI) de la Universitat Pompeu Fabra, «lo ideal serían las vacaciones de tres semanas, tiempo suficiente para tomar distancia, para alejarse del trabajo». «Las empresas no consideran las vacaciones como una cuestión filantrópica. Las conceden porque está demostrado que el rendimiento de los trabajadores mejora», explica Ortiz.
 Y, aunque según la última encuesta de Condiciones de Vida del Instituto Nacional de Estadística, el 39,7% de los españoles dicen no poder permitirse más de una semana de vacaciones por razones económicas, Marina Vilageliu, de la empresa Adecco, asegura que «poca gente renuncia a parte de sus días de fiesta por el dinero». Cada vez son más las personas «a las que no les importa trabajar en verano, cuando antes solían esperar a septiembre para buscar trabajo», sostiene.
 Fragmentar los días de asueto, hacer las vacaciones partidas, «permite aguantar el ritmo a lo largo del año», continúa Odriozola. «La gente es actualmente muy exigente, quiere hacerlo todo, abarcarlo todo, y eso le genera un exceso de actividad. Tampoco se descansa los fines de semana», lamenta la psicóloga. «Y si encima tienen niños pequeños o personas dependientes a cargo, la acumulación de trabajo durante el año es aún mayor», agrega la profesora Ortiz.

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