PUEDE SER DIFÍCIL apreciar, desde nuestro contexto, pequeños grandes cambios que surgen en las vidas de la gente a través de la iniciativa de una única persona. Cambios que, de forma inesperada, se acercan a la realidad de una comunidad deteriorada, empobrecida, engañada y totalmente sometida por dos grandes poderes: lo masculino y la desnutrición. Algo así sucede en Guinea Bissau.
La UNTG, uno de los grandes sindicatos guineanos, llega a algunas regiones rurales del país a través de Olivia Ferrage, quien carga en su cartera una serie de promesas, proyectos, iniciativas e ilusiones.
Reúne a las mujeres de tres grandes regiones: Catió, Farim y Cacheu para buscar soluciones a un trabajo precario, que llevan generaciones desarrollando las mujeres desde el ámbito más cotidiano y familiar: el descascarado del arroz como base alimentaria de la comunidad rural.
El proyecto que presenta Olivia Ferrage consiste en la instalación de una máquina de descascarado que pueda facilitar el trabajo, agilizar el proceso, incrementar la producción y, además, ayudar al sostenimiento de las familias de estas tres regiones. Las mujeres ya no daban crédito a la idea porque han sido manipuladas en anteriores ocasiones, incluso teniendo que ofrecer una aportación económica para la instalación de una maquinaria que nunca llegó. Pero aún así, a pesar de la inicial reticencia, entre todas deciden confiar en ella porque les da argumentos suficientes para intentarlo: “No les podía ofrecer nada, tan sólo les aseguré que iba a intentar buscar financiación, si ellas me lo permitían”. Y así lo hizo.
Olivia Ferrage ha formado parte de un proyecto de la Fundación Paz y Solidaridad Serafín Aliaga de CCOO. Dicho proyecto facilita a las sindicalistas de África occidental establecer relación con mujeres de otros países para fortalecer su liderazgo, su capacidad de participación en las organizaciones, su formación en diferentes ámbitos de utilidad para la gestión de proyectos, etc. Tras un encuentro realizado en Madrid hace ya algunos años, tuvo lugar un encuentro entre la Fundación Paz y Solidaridad de Extremadura y la UNTG. Y es así, como comienza esta historia de colaboración que de momento está dando grandes frutos.
Conseguida la financiación para la maquinaria, las guineanas han tenido la oportunidad de encontrarse con la cuestión de la igualdad de género, que les ha supuesto toda una revolución. Lo que ellas pensaban que era un programa de Naciones Unidas sobre alimentación se ha convertido en reivindicar un derecho: la igualdad.
Conocer, a través de la formación que acompañaba a la instalación de las máquinas, el concepto de “equidad” ha supuesto un gran avance para las familias desde el entorno más íntimo. Antes eran las mujeres las que, tras largas horas de trabajo, llegaban a casa, iban al pozo a por agua para lavar los pies de sus maridos, hacían las labores domésticas y rendían cuentas a sus hombres que eran los dueños del fruto de ese trabajo. Una vez que, gracias a la maquinaria, son propietarias del proyecto socio-económico, la consideración sobre ellas, por parte del resto de la comunidad, ha supuesto un cambio de concepto: “Ahora sabemos que tenemos derechos. Ahora vamos a aprovechar todas las oportunidades que tengamos para estar con otras mujeres para contarles lo que hemos aprendido sobre género.”
La mecanización del proceso ha supuesto un gran avance para el entorno familiar ya que el trabajo manual en “el pilón” era muy fatigoso y las mujeres y chicos jóvenes preferían acostarse sin comer a tener que dejarse las manos con el mazo. Ellas están muy agradecidas a Olivia Ferrage por el éxito del proyecto, pero seguramente también en la percepción de su entorno, la formación en género, de menor coste económico, está teniendo una gran rentabilidad social difícil de cuantificar.
Cruces Rosado (crosado@extremadura.ccoo.es) es presidenta de la Fundación Paz y Solidaridad de Extremadura.
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