23 de septiembre de 2013

CRECEMOS EN IGUALDAD


Dirigir la mirada hacia los hombres que ejercen violencia en contra de las mujeres, significa el reconocimiento de que la violencia de género es un problema relacional y que su erradicación implica trabajar con todos los actores involucrados.



La Ley General de Acceso a las Mujeres a una Vida Libre de Violencia establece como parte de la obligaciones del Estado, "brindar servicios reeducativos integrales, especializados y gratuitos al agresor para erradicar las conductas violentas a través de una educación que elimine los estereotipos de supremacía masculina y los patrones machistas que generaron su violencia".

En esta misma ley, corresponde a la distribución de competencias en materia de prevención, atención, sanción, y erradicación de la violencia de género contra las mujeres, se especifica que es tarea de la federación "Coordinar la creación de programas de reeducación y reinserción social con perspectiva de género para agresores de mujeres.

Para muchas personas, hoy en día, el trabajo con hombres que ejercen violencia de género contra las mujeres carece de sentido, la rehabilitación les parece tan impensable como imposible, y por lo tanto, su ideal de intervención es la exclusión y el aislamiento de los mismos, sin embargo, es evidente que en México, las medidas penales carecen de una función rehabilitadora, es decir, la cárcel no rehabilita.

Por otro lado, es importante tener en cuenta que actualmente un alto porcentaje de las mujeres maltratadas siguen viviendo con su pareja, ya sea por falta de recursos económicos o en gran parte de los casos, por dependencia afectiva.

También es importante tomar en cuenta el hecho de que incluso después de que las mujeres han dado el gran paso de denunciar, que han cambiado de casa de trabajo, etcétera, los agresores terminan por encontrarlas y acaban hostigándolas o asesinándolas, todo ello, pone en evidencia la importancia de desarrollar programas que centren su atención hacia estos agresores, sin dejar de aplicar la ley y las sanciones, según el caso, ya que dar tratamiento a los agresores no significa bajo ninguna circunstancia, considerarlos no responsables.

De hecho, uno de los objetivos primordiales del tratamiento es que asuman la responsabilidad de su conducta.

La rehabilitación del agresor no sólo es posible en muchos casos, sino necesaria para poder romper el ciclo de la violencia; ya que el éxito de la rehabilitación se basa en dos puntos: que el maltratador tenga conciencia de serlo y que tenga la motivación para cambiar.

Otro argumento que justifica el invertir recursos en el desarrollo de programas y tratar a los agresores era tratar a los agresores e intentar que abandonaran sus conductas violentas era una manera más de ayudar a las mujeres que sufrían malos tratos. Pero las terapias resultan igualmente necesarias cuando la víctima se separa y se aleja de su agresor, e incluso cuando éste cumple condena en la cárcel.

Los expertos tienen claro que cuando una persona ya ha establecido relaciones violentas con una pareja vuelve a repetirlas con otra, ya que lo repite porque obtiene un claro beneficio: la sumisión de la mujer.

Estos programas se pueden topar con el rechazo de sectores que defienden la necesidad de que los escasos medios públicos que existen para combatir la violencia doméstica se inviertan en asistir a las víctimas. Pero hay algo en lo que sí coinciden tanto los partidarios como los detractores de los tratamientos de rehabilitación: que las terapias no deben sustituir a las penas de cárcel.

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